Nuevos desafíos para América Latina
por
Marco Antonio Flores Villanueva,
desde Boston, USA
La Globalización “fracturada” a la que asistimos no es el producto de un primer y defectuoso ensayo que requiere, como es el reclamo de nuestra agotada clase política latinoamericana, de un inspirativo reajuste ético y humano que permita la generosa integración de las pobres economías del sur a ese proyecto. La fría y egoísta lógica que configura y da vida a ese nuevo escenario internacional no admite otro tipo de globalización, ni morigerado, ni ético, ni humano. Es ésta la globalización que imperará en el mundo por muchos años más y no aquella idílica con la que sueña la clase política latinoamericana, incapaz de afrontar con realismo el nuevo desafío histórico.[1]
Los debates sobre la Globalización –ha dicho Fred Bergsten- son frecuentemente los debates en torno al rol de los Estados Unidos en dicho proyecto. El acierto de ese enunciado se ha manisfestado con mayor elocuencia en los últimos tres años, tanto para los Estados Unidos como para los países pobres del sur. Después de Septiembre 11 del 2001, la Globalización ha dado un giro dramático que la aleja definitivamente de la afiebrada utopía incluyente, social y cooperativa que visualizaba la clase política latinoamericana para ese proyecto, sobre la base de un artículo de fe expresado en el voluntarismo politico de sus líderes.[2] La guerra contra el terrorismo internacional a la que se ha volcado los Estados Unidos con todo su poderío económico y militar producirá mayores desequilibrios en el mundo, especialmente en una débil y dependiente América Latina, condicionada, como Haya de la Torre lo refirió en su tiempo, a la ayuda económica y tecnológica de los países desarrollados para salir de su retraso.
En efecto, al considerable deterioro de las inversiones internacionales productivas en la región, debido a la tendencial focalización de esos capitales en los países centrales y sus coorporaciones para ser colocados en áreas como la biotecnología, la informática, la ingeniería espacial y el desarrollo de los medios de comunicación, proceso que caracterizó incialmente a la globalización[3], se suma ahora el costo de la guerra para la influyente economía de los Estados Unidos, las implicancias de una estrategia que la incentive, el impacto que ésta producirá en su endémico déficit presupuestal y de cuenta corriente, su política comercial y en la exigua asistencia financiera directa que proporcionaba a la región.
Pero el costo y la estrategia de la nueva Pax Americana no es el único peligro que acecha a las economías del sur. La declinación de la tasa de natalidad en los países desarrollados y su impacto en esas economías podría determinar no solamente la forzada consolidación del unilateralismo que hoy caracteriza a la política exterior de los Estados Unidos, sino además la concentración de ingentes recursos económicos y financieros en su agenda doméstica antes que en la histórica cooperación internacional con los países latinoamericanos.
El costo de la guerra y la posible estrategia norteamericana
Setiembre del 2003: Dos años después de la tragedia de New York el Presidente Bush solicitó al Congreso de los Estados Unidos una partida de urgencia de 87 billones de dólares para enfrentar los costos de una guerra que ya había iniciado. Muy pronto esa suma, sin precedentes en la historia norteamericana, devino irreal y la administración Bush se vió forzada a incluir nuevos gastos de defensa que variaron sustancialmente el monto inicialmente solicitado. Recientemente la Oficina Presupuestal del Congreso ha recalculado las proyecciones del gobierno, “asumiendo, primero, una continuidad, pero disminuida, de las operaciones en Irak, Afganistán y en otros lugares; y segundo, el índice histórico de costo de las operaciones (militares) para toda nueva o pretendida acción. Los resultados son una revelación: El total de los desembosos de defensa costarían 18% más de las proyecciones oficiales de la administración. Incluyendo el costo de interés, el exceso alcanza la cifra de 1.1 trillones de dólares en nuevos gastos”.[4]
Esa exhorbitante cifra sería suficiente para ofrecernos una idea cabal de la dirección que tomarán los recursos económicos de los Estados Unidos en los próximos años y hacia donde se concentrarán las mayores inversiones privadas, alertadas como están del gran negocio financiero que constituye la guerra y los fabulosos contratos que de ella se derivan. Así por ejemplo, la concentración de capitales no estará focalizada únicamente en el aumento de la capacidad de las fuerzas armadas norteamericanas. Nuevas y desarrolladas bases de misiles balísticos tierra-mar vienen siendo constituídos por los Estados Unidos a un costo adicional de 10.3 billones de dólares. Igualmente los gastos de seguridad interna para enfrentar un eventual ataque nuclear, no contemplados en las proyecciones del Ejecutivo y del Congreso, confirman cuál será el epicentro de la inversión en el futuro inmediato. Solamente en los gastos de nuevos equipos de primeros auxilios (bomberos, policias y otro personal de emergencia) y en la rectificación de las deficiencias detectadas durante el ataque de Setiembre 11, el costo aproximado asciende a la suma adicional de 62 billones de dólares en los próximos cinco años. En cuanto al sistema de salud para enfrentar un eventual ataque biológico, los desembolsos proyectados ascienden a la suma adicional de 36 billones de dólares en los próximos cinco años, otros 20 billones de dólares en mayor seguridad para el transporte y control de carga y una cantidad hasta hoy no determinada destinada a mejorar los controles de inmigración e infraestructura crítica (por ejemplo, control de reservorios).[5]
De lo dicho se infiere una poderosa atención de la política norteamericana y sus recursos financieros en su agenda doméstica para los próximos cinco años, lo que significará en contraste para América Latina la postergación dramática de sus propias prioridades de desarrollo en cooperación con el gran país del norte.
Es más, esta postergación podría hacerse considerablemente extensa para los intereses de la región, si tenemos en cuenta la posible evolución de la guerra y la estrategia norteamericana para enfrentarla. Sobre el particular el establishment politico de los Estados Unidos parece unido en sus intenciones continuistas con relación al curso de la guerra, influenciados por el tema de la seguridad nacional. En efecto, más allá de los discursos aparentemente disímiles que utilizan en la campaña presidencial 2004, demócratas y republicanos han compartido invariablemente la misma posición coorporativa de alentar una expansión de la guerra, como lo confirma, por ejemplo, la recomendación para alistar más tropas norteamericanas firmada y enviada al presidente Bush en diciembre del 2003 por 54 de los 61 miembros de the House Armed Services Committee integrado por los más altos representantes republicanos y demócratas que forman the House Intelligence Committee.[6] Recientemente representantes de ambos partidos integrantes de la Comisión que investigó el ataque del 11 de setiembre, coincideron nuevamente en dicho propósito al definir el marco conceptual y generalizado de la estrategia contra el terrorismo. En el Informe elaborado por esa comisión, en su capítulo doce titulado What To Do? A Global Strategy, los comisionados señalan reveladoramente, y en una interpretación amplia de lo que debe constituir el radio sensitivo y de acción de una respuesta norteamericana a un posible ataque terrorista, lo siguiente: “…Setiembre 11 nos ha enseñado que terrorismo contra los intereses norteamericanos “allá” (afuera, en otros países) debería ser considerado como nosotros consideramos un ataque terrorista contra norteamerica “aquí” (en los Estados Unidos). En ese mismo sentido, el territorio norteamericano es el planeta”.[7]
Por ello Elliot A. Cohen, investigador del Centro de Estudios Estratégicos de la Escuela de Estudios Internacionales Superiores de la Universidad de Hopkins y autor del libro Supreme Command: Soldier, Statesmen, and Leadership in Wartime, ha llegado a la conclusión que “ningún lider norteamericano en la próxima década o la siguiente hará un llamado por la reducción dramática de los gastos de defensa o negará que este país (los Estados Unidos) debe ser el más fuerte sobre la tierra, listo para ejercer su poder globalmente y actuar unilateralmente si es necesario”.[8]
La estrategia norteamericana contra el terror se define así continuista para los próximos años y está lejos de reducirse en sus alcances y, por ende, en la expansión de su costo. Ella, además, ha terminado con definir, por extensión, el carácter imperial del poder norteamericano al comienzo de la centuria.[9] Un poder económico, político y cultural[10] que ahora se revela también enfáticamente militar y que recuerda, por su unilateralismo bélico, el viejo imperialismo de comienzos de siglo XX, amparado en la fuerza. Es la “república imperial” a la que se refería Raymond Aron en sus escritos, al aludir a un Estados Unidos empecinado en reconciliar sus ideales democratizadores fundacionales con sus estrategias imperiales o lo que constituye la reactualización de esa tensión, es decir la lucha que ellos han dado en llamar del “bien” (la democracia y la libertad representado por los intereses norteamericanos) contra el “mal” (es decir, el terrorismo internacional y sus aliados).
La otra cara de los esfuerzos norteamericanos en su lucha contra el terror es la estrategia comercial. Preocupados por la mala imagen de los Estados Unidos en el mundo musulmán[11] y las precarias condiciones materiales de la mayoría de su población,[12] elementos que a criterio de la clase política americana constituyen el mejor campo de cultivo para el terrorismo, en los próximos años veremos a los Estados Unidos incrementar dramáticamente sus relaciones comerciales con el Medio Oriente, basados en el principio del desarrollo económico como instrumento para construir sociedades más abiertas, tolerantes e integradas al mundo occidental, tanto desde el aspecto material como ideológico.
Desde ese punto de vista, los Estados Unidos están ahora dispuestos a otorgar preferente atención a la construcción acelerada del Tratado de Libre Comercio con el Medio Oriente (Middle East Free Trade Area, MEFTA), en el marco de la iniciativa Forward Strategy Freedom, incluyendo el llamado Middle East Partnership Initiative con fondos sustancialmente incrementados a través del National Endowment for Democracy. Este proyecto, indudablemente condicionado a la superación del conflicto entre Israel y Palestina, se iniciaría, sin embargo, con la inclusión de Israel y los países árabes aliados a los Estados Unidos, Irak, Turquía, Pakistán y, eventualmente, Irán. La iniciativa en proceso contempla la reforma de tratados de libre comercio con cláusulas preferenciales con los países del medio oriente, tal como ha ocurrido con Jordania (2004) y se espera hacerlo con Moroco y Bahrain.
Sintomáticamente, la construcción de la zona de libre comercio con los países pobres del sur del continente viene siendo blanco de críticas por la mayoría de los políticos norteamericanos y muchos de ellos ya han solicitado la revisión de la política comercial estadounidense y su relación con la acuerdos bilaterales con esos países. Fred Bergsten, uno de los más influyentes estudiosos de Política Internacional de los Estados Unidos, ha puntualizado esta necesidad como perentoria para la próxima administración americana y ha sido muy crítico con la lista de acuerdos bilaterales elaborada por la administración Bush, la cual contemplaba a cuatro países sudamericanos, entre ellos al Perú (los otros tres países son Bolivia, Colombia y Ecuador). Bergsten ha señalado que “esa lista es arbitraria, (porque) ofrece modestos beneficios y pequeños impulsos para una competitiva liberalización”. “Precisamente por sus limitados beneficios –concluye Bergsten- estas iniciativas atrayeron poco apoyo del Congreso y de la comunidad de los negocios de los Estados Unidos”.[13] Recuérdese, además, que la clase política americana reunida en el Congreso se había rehusado durante ocho años a autorizar al Presidente la celebración de nuevos acuerdos comerciales. En el 2002 dieron su consentimiento pero luego de conseguir de la administración Bush una serie de concesiones de carácter proteccionista. Después de Setiembre 11 del 2001, la política comercial de los Estados Unidos, íntimamente ligada a su política exterior, se ha endurecido, influenciada por la prioritaria estrategia norteamericana para consolidar una hegemonia ideológica en el Oriente Medio, como ya se ha dicho, a través de la construcción de mercados abiertos e integrados a occidente.
Si a todo ello agregamos el grave déficit presupuestal y de cuenta corriente que afecta desde hace algunos años la economía del gran país del norte, situación que ha sido declarada insostenible por sus principales líderes politicos y alarmante para las instituciones financieras mundiales, el panorama latinoamericano se ensombrece aún más y su futuro aupado al destino de los Estados Unidos parece tornarse negativamente irreversible.
El déficit presupuestal y de cuenta corriente de los Estados Unidos
El primero de Setiembre último, el senador Kent Conrad del Partido Demócrata, y vocero de ese partido en el Comité del Presupuesto del Senado de los Estados Unidos, declaró a CNN, una de las principales cadenas noticiosas del país, que resultaba absolutamente insostenible el curso de la nación, refiriéndose así al proyectado déficit federal que ascendería a la suma de 422 billones de dólares. La preocupación del Senador Conrad es, además, una preocupación no solamente nacional sino también mundial. En efecto, el déficit en cuenta corriente ya ha alcanzado el índice anual de 600 billones de dólares, más del 5% del producto bruto interno de los Estados Unidos, y nuevas proyecciones efectuadas por Catherine Mann “sugieren que ese déficit crecerá otra vez en un porcentaje total del producto bruto interno por cada año, como ocurrió entre 1997-2000. Con esa proyección, el déficit podría exceder 1 trillón de dólares cada año”.[14] Sobre el particular, el Fondo Monetario Internacional en un informe de casi 60 páginas hecho público en enero 7 del año en curso, señaló que el déficit presupuestal posee riesgos significativos no solamente para los Estados Unidos sino también para el resto del mundo y que las obligaciones financieras de ese país con el resto del planeta podrían llegar muy pronto al 40% de su economía.[15]
Peter G. Peterson ha pronosticado las gravísimas consecuencias de la deficitaria economía norteamericana: La pérdida progresiva y acelerada de la confianza de los consumidores e inversionistas, la emergencia de una severa contracción y finalmente una recesión de carácter global. [16] De otro lado, Robert Rubin, ex-secretario del Tesoro, coincidiendo con las observaciones de Peterson avisora el aumento sustancial y continuo de las tasa de interés y un nuevo crack para la economía americana y mundial, si los Estados Unidos no toman urgentes medidas correctivas.[17]
Así, según los economistas mas prestigiados de los Estados Unidos, el déficit presupuestal y de cuenta corriente norteamericano será sostenible en sus niveles actuales únicamente por espacio de cinco años más, luego de lo cual sobrevendrá una grave crisis mundial de insospechadas proyecciones. Ahora bien, Paul Volcker, ex-presidente de la Reserva Federal, ha afirmado que dentro de los próximos cinco años existe un 75% de posibilidades que esa crisis pueda emerger en cualquier momento. Para ello bastará, como lo ha dicho, Robert Rubin, un acto de terrorismo, un desalentador reporte de las perspectivas de trabajo o un pésimo día en Wall Street, entre otros.[18]
Por todo ello, los Estados Unidos, en lo que concierne a su política comercial -y que interesa a la región- se verá obligado a reforzar considerablemente su carácter proteccionista y reducir sus importaciones al doble de sus exportarciones. Actualmente la importaciones de mercancias son casi el doble que las exportaciones norteamericanas. Una medida de esa naturaleza, previsible dada las circunstancias, afectará enormemente el comercio bilateral de los Estados Unidos con la región y sus perspectivas a corto y largo plazo. Un indicador que los Estados Unidos está adoptando decisiones en ese sentido ha sido la decisión del Congreso, ya referida líneas arriba, de no autorizar durante ocho años al presidente la celebración de bilateral agreements con otros países y la comentada observación a la lista de esos acuerdos propuesta por la administración Bush (lista en la cual figuraba el Perú entre otros países sudamericanos), una vez que el ejecutivo obtuvo la autorización del congreso en el 2002.
En conclusion, la región y el resto del mundo tendrá que subordinarse a los ajustes comerciales unilateralmente proteccionistas que permitan el crecimiento de las exportaciones americanas (y un decrecimiento de las exportaciones del resto del mundo a ese país, incluido claro está las exportaciones de América Latina); es decir, la región y el planeta deberán por ende importar más y consumir más.[19] La inversion de esa ecuación significará la crisis mundial.
La declinación de la tasa de natalidad en los países desarrollados y el envejecimiento de su población: El impacto de esos fenómenos en la economía mundial y en la estrategia americana contra el terror
Hace algunos años Paul Ehrlich escribió un clásico. The Population Bomb de fines de los años sesenta predecía un mundo super-poblado e infra-alimentado y llevado finalmente a la crisis. Ese pronóstico demográfico es historia. La realidad de hoy es otra y definitivamente opuesta al pronóstico de Elhrich. Las estadísticas empezaron a moverse en un sentido descendente y la tasa de natalidad, especialmente en los países industrializados, arrojan un decrecimiento significativo y en algunos casos irreversible. En un artículo extraordinario titulado The Global Baby Bust publicado en la revista Foreign Affairs de Mayo-Junio de este año, Phillip Longman revela las estadísticas que confirman que el crecimiento de la población ha caído en más de 40% desde los últimos años de la década del sesenta. Valiéndose además de la data proporcionada por las Naciones Unidas y del International Institute for Applied Systems Analysis, Longman afirma que, de mantenerse lo standares, el número de seres humanos sobre el planeta empezará a declinar dramática y irreversiblemente luego de alcanzar los 9 billones de seres humanos para el año 2070.
De hecho la tasa de fertilidad ha caído a 1.5 nacimientos por cada mujer en Europa Occidental, en 1.4 en Japón y en 1.2 en otras partes de Europa, como Italia y España. Pero aunque en los Estados Unidos ese índice se ha estabilizado momentaneamente en 2.1 nacimientos por cada mujer “ningún país industrializado -concluye Longman- produce suficientes niños como para mantener su población constante o prevenir el rápido envejecimiento de su población. Alemania podrá facilmente perder el equivalente de su actual población de lo que fuera la Alemania del Este en la próxima mitad de esta centuria. La población de Rusia sufre ya una contracción de tres cuartos de millón cada año. Se espera que la población de Japón alcance su pico máximo para el 2005 luego de lo cual caerá un tercio los próximos cincuenta años, declinación equivalente a la experimentada en la Europa medieval por causa de la plaga, anota el demógrafo Hideo Ibe”.[20]
La causa fundamental de estas nuevas tendencias demográficas es la velocidad de la industrialización y la urbanización, así como los problemas que de esos fenómenos se derivan. Sobre el particular, el Departamento de Agricultura de los Estados Unidos ha revelado que este año el costo de la crianza de un hijo hasta los 18 años de edad para una familia americana de clase media (sin incluir educación superior) excede los 200 mil dólares. Muchas familias americanas no ven ninguna retribución material en la idea de tener y criar hijos debido a factores primordialmente económicos que tienen que ver, además, con la ejecución de sus labores en términos de disponibilidad de tiempo que les permita constituirse como un agente económico necesario, productivo y competitivo en el mercado de trabajo (lo que implica mayor especialización e inversión de capital en educación).
Los índices demuestran pues que el caso es sumamente grave para el mundo moderno en general y para el capitalismo en especial. 59 países que representan alrededor de 44% de la población mundial actualmente no están produciendo los suficientes niños como para evitar la declinación de la población en números de habitantes y, lo que es peor, el fenómeno se está extendiendo por todo el globo.[21] De acuerdo con las proyecciones de las Naciones Unidas, para el año 2045 los índices de fertilidad habrán caído por debajo de los niveles de recuperación.
El negativo impacto que producirá sobre las economías de los países industrializados tanto el fenómeno de declinación de los índices de fertilidad como el de envejecimiento de la población, podrá ser devastador pues afectará la tasa de trabajadores productivos, presionará los presupuestos públicos de esos países por la cobetura de más servicios para una mayor cantidad de población en la tercera edad, deprimirá el crecimiento de los ingresos tributarios, afligirá el crecimiento económico, incrementará los gastos de salud por declinación de la fortaleza física de los habitantes de esos países, influirá en los presupuestos y en la estrategia militar especialmente de los Estados Unidos y en su capacidad de captación de capitales internacionales y, finalmente, el desarrollo tecnológico y la innovasión se verán afectados así como el costo final de los productos en el mercado.
En efecto, para ofrecernos una idea de lo expresado líneas arriba, Logman señala, por ejemplo, que al declinar la tasa de trabajadores productivos y aumentar el índice de población en la tercera edad, los países industrializados consumen más fuentes pero generalmente en gastos relativos a salud. Además personas de la tercera edad consumen más que los niños, incluso considerando los costos de educación. “Un típico niño americano consume 28% menos que un típico adulto en edad de trabajar, mientras que las personas de la tercera edad consumen 27% más, mayormente en gastos de salud”.[22] Esto genera presión en el presupuesto público por efecto de las pensiones y en Alemania llevará a un aumento del gasto por ese concepto de 10.3% al 15.4% del producto bruto interno para el año 2040. Ello afectará los gastos de esos gobiernos destinados a investigación y desarrollo, así como los de educación. Los préstamos disponibles serán acaparados por el sector público para cubrir esos gastos y distraerá capitales que podrían invertirse en el sector privado para nueva tecnología. [23]
Un ingreso importante de las naciones es aquel que se deriva del trabajo de su fuerza laboral. El envejecimiento de la población que produce la declinación de la fuerza laboral trae como consecuencia la caída del crecimiento económico y el impacto de los ingresos del gobierno por concepto de tributos. Longman ha señalado, por ejemplo, que Italia espera ver caer el número de adultos en edad de trabajar en un 41% para el 2050, lo que significa que la contribución por trabajador deberá incrementarse en la misma proporción para evitar que el crecimiento económico de Italia caiga a una cifra por debajo de cero. Esto quiere decir, para todas las naciones europeas, que el futuro crecimiento económico de esos países dependerá de un significativo e impensable aumento de las contribuciones de sus trabajadores, incluído la población inmigrante. Una población que, además, verá incrementarse el costo final de los productos en el mercado, precisamente porque el gasto que las empresas afrontan actualmente en pensiones o preveen en el futuro lo trasladan al costo del producto.[24] Este “gravamen” al producto desincentiva la inversión privada y, en el caso particular de los Estados Unidos, podrá ser un factor determinante que afectará seriamente la economía de ese país.[25]
De otro lado, en el marco de una desaceleración del capitalismo mundial y un crecimiento promedio por debajo del 2% en los países industrializados,[26] el déficit público constituye una preocupación común de esos países que verán incrementar dramáticamente sus gastos destinados a cubrir beneficios y servicios para su creciente población de la tercera edad. The Center for Strategic and International Studies ha señalado que el gasto total de esos servicios en Japón, Francia, Alemania e Italia ha sido proyectado en un crecimiento, en promedio, de 15 a 28% del Producto Bruto Interno en los próximos 40 años. “Para pagar ese costo dichos países podrían intentar el incremento de tributos. Pero muchos de ellos tienen ya una carga tributaria que representa el 45% del Producto Bruto Interno y los tributos sobre las remuneraciones ya representan más de 35% de los salarios de sus trabajadores. Con estos altos índices muchos de los más reputados economistas advierten que más aumentos de los tributos podrá decrecer la economía más de lo que ellos puedan hacer crecer los tributos”.[27] En los Estados Unidos el costo de los referidos gastos para cubrir beneficios y servicios de la población de la tercera edad es de 9.4% de su Producto Bruto Interno. Si la tendencia actual continua para el año 2040 ese gasto representará el 20% del PBI de ese país.
Como podemos apreciar, la agenda económica doméstica de los países industrializados es urgente y muy compleja. La distracción de sus recursos financieros en proyectos que beneficien a los países en desarrollo será sustancialmente mínimo y el comercio internacional, por el déficit presupuestal que los afecta, estará marcado por una constante preocupación por exportar más e importar menos, es decir por un aumento de políticas proteccionistas de los países centrales que agravarán el comercio con otros países, principalmente con los estados de América Latina.
Finalmente la declinación de los índices de natalidad y el incremento de la población de la tercera edad impactará en el gasto militar y en la estrategia americana a largo plazo para enfrentar el terrorismo desde una propuesta unilateral.
En efecto, más allá de las astronómicas cifras listadas al comienzo de este documento y referidas al costo de la guerra, actualmente los Estados Unidos cuenta con un presupuesto de defensa de 400 billones de dólares. Ningún país entre sus aliados europeos cuenta con semejante presupuesto en gasto militar (que se prevee aún mayor al indicado dependiendo del curso de la guerra). Es más, sumando los gastos militares de los países europeos el presupuesto militar de los Estados Unidos continua siendo mucho mayor que el de sus aliados.[28] Si consideramos las cifras de líneas arriba referidas al tanto al costo de los beneficios y servicios para la población de la tercera edad en los Estados Unidos como a la tendencial declinación de su tasa de natalidad, el costo de la salud y las pensiones harán imposible para ese páis una estrategia militar como aquella en la que se ha embarcado. Para ofrecernos una major idea de lo que significa el gasto en pensiones comparado con el gasto militar, Logman afirma que “el Pentágono -por ejemplo- gasta hoy día 84 centavos en pensiones por cada dolar que destina para gastos básicos. Es más, con excepción de tiempos de guerra las pensiones son ya uno de los gastos mayores del presupuesto del Pentágono. En el 2000 –es decir, después de Setiembre 11 del 2001- el costo de la pensión de los militares aumento doce veces más de lo que gastaron en pertrechos militares, casi cinco veces más de lo que gastó la Marina en nuevos buques y más de cinco veces lo que la Fuerza Aerea destinó para nuevos aviones y misiles”.[29] A ello debemos añadir, dice Logman, la creciente tecnificación de las fuerzas militares de los Estados Unidos. Acaso la declinación de la población hará más dificil el recrutamiento de seres humanos para la guerra.[30] La tecnología podría suplir esta eventualidad con aparatos inteligentes. Pero ocurre que el costo de la tecnología tiende a incrementarse sustancialmente y, otra vez, el déficit de los Estados Unidos, la concentración de inversiones privadas en el sector público para cubrir rubros como educación y desarrollo humano y el presupuesto creciente en beneficios y servicios para la población de la tercera edad representan una enorme carga económica y financiera para un país en guerra dependiente de una tecnología cada vez más sofisticada y por tanto sustancialmente onerosa.
En general, el problema que plantea a los países industrializados la declinación de los índices de natalidad y el costo de los beneficios y servicios para una creciente población de la tercera edad es, pues, complicado y tiene, como hemos visto, varias aristas. Para los Estados Unidos en particular, esas cifras en constante ascenso en el deficitario presupuesto de sus aliados europeos, significará menor compromiso de esos países del viejo mundo con las cruzadas norteamericanas contra el terror internacional, así como todo de tipo de cooperación internacional absolutamente prescindible.[31]
Esto debería ser suficiente para persuadir a los estrategas americanos de no persistir en su posición. Pero otros han visto en esta situación la oportunidad para reverdecer antiguos extremismos “únilateralistas”que ya se habían manifestado en tiempos de Truman y Eisenhower. En aquel entonces una fracción dura del Partido Republicano, liderada por el belicoso senador republicano Robert Taft, se opuso a la construcción del nuevo orden internacional de la postguerra e hicieron lo imposible para destruir a las Naciones Unidas.[32] Creían, como los estrategas de Bush y una gran mayoría de los actuales dirigentes demócratas, en el ejercicio unilateral de la fuerza militar para defender los intereses del imperio.[33] Esa filosofía domina hoy por hoy la política exterior de los Estados Unidos y viene llevándose de la naríz a los propios demócratas, ensombrecidos en sus propuestas domésticas por el tema de la seguridad nacional sin reparar en el enorme costo en vidas humanas y el astronómico gasto que les significará persistir con estrategia.
Conclusiones
El mundo se mueve y se organiza en torno a la guerra despúes de Setiembre 11 del 2001. La impronta de la política exterior de los Estados Unidos, la nueva Pax Americana, ha redefinido la Globalización en su carácter, no solamente económico, financiero y cultural, sino también predominantemente militar y lo que ello representa en términos de recursos financieros y políticas que redefinirán el comercio internacional.
En términos financieros, en un contexto de desaceleración del crecimiento económico del mundo, de enormes déficit presupuestales que afectan a los países industrializados, en un marco de caída de los índices de natalidad de esos países y el sustancial incremento de los gastos por servicios y beneficios para su creciente población en la tercera edad, en los próximos años los países centrales en general dirigirán sus recursos económicos hacia sus agendas domésticas en perjuicio de la cooperación internacional con otros países, especialmente con América Latina. En términos de comercio internacional, los países industrializados, en especial los Estados Unidos, acentuarán sus políticas proteccionistas y, en algunos casos, obligará, como es de preveerse con los Estados Unidos y su relación comercial con México y Chile, a redefinir sus tratados en esa materia o revizar sus prioridades para futuros convenios bilaterales con otros países (como es el caso de Perú, Ecuador y Bolivia).
Al mismo tiempo, la importante agenda doméstica europea, urgida por el problema del déficit fiscal y la enorme presión del costo de las pensiones y gastos de salud que representa el crecimiento de su población de la tercera edad, podría traer como resultado la afirmación de la estrategia unilateral norteamericana para enfrentar la guerra, más allá de quién sea el candidato elegido en las elecciones presidenciales de los Estados Unidos de noviembre de este año o las posiciones principistas de los propios países europeos en defensa del orden que representa la institucionalidad internacional y sus fueros. Ello significará para los Estados Unidos mayores gastos militares y de seguridad nacional que presionarán sobre un insostenible déficit público de explosivas consecuencias para la economía mundial, obligando a ese país a replantear negativamente su ya deteriorada relación comercial con América Latina en especial y su política comercial con el resto del planeta hacia un mayor proteccionismo y la constitución de barreras comerciales que beneficien a los Estados Unidos y perjudiquen a los demás países del orbe.
Por todo ello no resulta extraño que ante este el alarmante panorama internacional -dominado por la guerra y la agenda doméstica de los países industrializados- América Latina, con la solitaria excepción de Brasil, privilegiado por la agenda republicana, se vea sustancialmente relegada de la atención cooperativa, económica y tecnológica, y del interés comercial y financiero de los Estados Unidos y los países centrales y sus coorporaciones. Por eso se explica el lapidante juicio del influyente investigador norteamericano Michael Shifter, Vice President for Policy at the Inter-American Dialogue y Adjunct Professor of Latin American Studies at Georgetown University’s School of Foreign Service, con relación, especialmente, a los países andinos,
lo que incluye al Perú. Ha dicho Shifter que “Washington ha respondido al prospecto de una renovada turbulencia (en esos países) con una mezcla de indiferencia y fatalismo: Indiferencia porque Perú, Ecuador y Bolivia son considerados largamente como países sin importancia para los intereses de los Estados Unidos. Fatalismo, porque muchos ven (a esos países) como naciones sin remedio”.[34]
Ni morigerado, ni ético, ni humano. La Globalización real post-setiembre 11 del 2001 termina por destruir, al menos por los próximos cincuenta años, las falsas expectativas de la clase política latinoamericana fundadas en un voluntarismo politico de espaldas a la cruda realidad. Por todo ello para el Perú, y los países de la región, es hora de las definiciones. Tal vez la experiencia de otros países que ya cruzaron el umbral del desarrollo y que adoptaron las decisiones correctas, pueda ser aleccionadora para nosotros: Todos ellos experimentaron una profunda revolución política antes de inicar su despegue económico. No al revés.[35] Esa reorganización institucional no está en los planes de nuestros actuales dirigentes políticos, oficialistas u opositores, anclados tercamente en una utópica o interesada visión de la globalización. El remedio es el cambio de liderazgo. ¿Quiénes pueden llevar a cabo en el Perú esa revolución política y cómo? Ese será el tema que abordaré en la segunda parte de este documento.
(fin de la primera parte)
marcoludmila@msn.com
Boston, 28 de setiembre del 2004
NOTAS:
[1] Refiriéndose a las terribles desigualdades que caracterizan a la Globalización, Paul Kennedy -citando la obra de Hammond Which World? - confirma que esas distorciones no cambiarán significativamente por lo menos hasta el año 2050. Ver Global Challenges at the Beginning of the Twenty-First Century en Global Trends & Governance editado por Paul Kennedy, Dirk Messner y Franz Nuscheler, Pluto Press and Development and Peace Foundation, London-Sterling, Virginia, 2002. Will Wilkinson ha puesto las cosas más claras para nuestros líderes politicos. Con una crudeza que revela los términos de la nueva realidad global ha señalado enfáticamente que: “La idea que los países occidentales van a gravar sus propias economías lo severamente suficiente como para asistir las necesidades del Tercer Mundo es una fantasia”. Wilkinson, Globalization vs. Capitalism, The Dissident, July-December 2004.
[2] El discurso politico de condena a la doble moral de los países industrializados, que nos aplican condicionamientos que ellos mismos no se aplican a través del proyecto de la Globalización, ha sido elevado a la categoría de ideología por algunos políticos latinoamericanos, sin ofrecer una visión alternativa a un fenómeno cuyas distorciones estructurales, desde ese particular punto de vista, serían el resultado de una equivocada interpretación de dicho proyecto por los países centrales o sus coorporaciones. Véase en especial el libro de Alan García, Modernidad y Política en el siglo XXI: Globalización con Justicia Social. García labra su discurso moral sobre ese esquema para concluir en que la mala interpretación de la Globalización por los países industrializados no es Globalización sino -y ensaya un término- Globalismo. Alan García Pérez, op. cit., p. 214.
[3] Sobre el tema ver mi ponencia Modernización del Aprismo en Red Voltaire (www.redvoltaire.net), en Pueblo Continente, columna Páginas Libres (www.pueblocontinente.com) y mi artículo La transformación del Imperialismo en Indoamérica: Lo que no vivió Victor Raúl en Pueblo Continente y en la Revista Generacción, Año 2, Número 5. Sobre el poder de las coorporaciones Alfredo Barnechea, citando a Robert Kaplan, señala que “de las cien economías más prósperas del mundo,cincuenta y una son coorporaciones. Asimismo, de las doscientas coorporaciones más grandes. que emplean apenas el 0.75% de la población laboral del mundo, producen y controlan, sin embargo, el 28% del Producto Mundial”. Alfredo Barnechea, Para salir del Laberinto:Del neoliberalismo a la nueva socialdemocracia, Editorial Taurus, Lima, 2001, pp. 72 y 73. Ver, además, de Robert Kaplan, Was Democracy Just a Moment?, publicado en Atlantic Monthly y recogido en The Coming Anarchy, New York, Ramdom House, 2000 (citado por Alfredo Barnechea en su referido libro). El capital norteamericano en las grandes coorporaciones ha ido en aumento. James Petras y Henry Veltmeyer nos revelan que hacia 1999 de las 500 compañias más grandes del mundo 244 son americanas, 46 japonesas y 23 alemanas. Si agregaramos las europeas el número total de ellas sería 173, inferior al número de compañías controladas por capital norteamericano. De las 25 compañías cuya capitalización excede los 86 billones de dólares más del 70% de ellas se encuentran bajo el control de capital norteamericano, 26% europeo y 4 % japonés. Entre las 500 empresas más grandes los sectores líderes son la banca, las telecomunicaciones, los productos farmaceúticos, equipos de oficina y la informática. Los Estados Unidos predominan poderosamente tanto en el sector del capital financiero como en alta tecnología. Ver James Petras and Henry Veltmeyer, Globalization Unmasked: Imperialism in the 21st Century, Fernwood Publishing (Cánada) and Zed Books (London), 2001, pp. 62 y 63.
[4] Peter G. Peterson, Riding for a Fall, en Foreign Affairs, Setiembre-Octubre 2004. Peterson agrega que esa proyección “no refleja nuevas operaciones militares en el exterior, las que son consideradas muy probables de materializarse en los próximos años por tres de cada cuatro americanos según las encuestas Gallup de opinión. Tampoco reflejan el incremento de la actividad de las tropas, que podría ser solicitado por el Congreso incluso ante la eventual resistencia del Ejecutivo”. Peterson, art. cit. Para una mayor comprensión del tema ver el extraordinario libro de Peter G. Peterson Running on Empty: How the Democratic and Republican Parties Are Bankrupting Our Future and What Americans Can Do About It, Farrar, Straus, and Giroux, 2004.
[5] Peter G. Peterson, art. cit.
[6] Peter G. Peterson, art. cit.
[7] The 9/11 Report: The National Commission on Terrorist Attacks Upon the United States, Thomas H. Kean, Chair, and Lee H. Hamilton, Vice Chair, St. Martin’s Press, New York, 2004, p.517.
[8] Elliot A. Cohen, History and the Hyperpower, en Foreign Affairs, Julio-Agosto 2004.
[9] “Un Imperio es un estado multinacional y multiétnico que extiende su influencia a través de un control formal e informal de otros estados. El escritor indú Nirard Chaudhuri lo definió bien: ‘No hay Imperio sin un conglomerado linguístico, racial y cultural de diferentes nacionalidades y la hegemonía de uno de ellos sobre el resto. La heterogeneidad y la dominación es la esencia de las relaciones imperiales. Un imperio es jerárquico. Ciertamente hay en él, y ha habido, completa o parcial libertad para sus individuos o grupos para elevarse de un nivel a otro superior, pero esto no ha modificado los niveles y la estratificada estructura de su organización”. Elliot A. Cohen, art. cit. p. 50.
[10] “El poder de Roma y Bretania dependía de sus ideas tanto como del poder de sus recursos: El poder imperial reside en la ciencia, la literatura y la educación. Galos aprendieron Latín y los Indios aprendieron Inglés. Los Estados Unidos también pueden proclamar su gran influencia en el terreno de las ideas. En el mundo antiguo el Griego fue la lengua de la filosofía; en el siglo XIX y comienzos del XX el Alemán fue el idioma de las ciencias. Hoy el Inglés es el idioma franco del planeta para todo, desde el control del tráfico aéreo hasta el entretenimiento. Las universidades norteamericanas dominan en educación superior, mientras el bajo y mediano frente cultural americano inunda el planeta que simultáneamente odia y abraza a Spielberg, Starbucks y el MTV. La música, comida, modismo, estilo de trabajo y maneras norteamericanos son inevitables”. Cohen, art. cit. p. 54.
[11] “Encuestas del 2002 revelaron que entre los amigos de los Estados Unidos, como Egipto –el mayor receptor de la asistencia financiera norteamericana entre los países musulmanes en los últimos 20 años- solo el 15% de su población tiene una opinión favorable de los Estados Unidos. En Arabia Saudita el número fue 12%. Y dos tercios de los países encuestados en el 2003, desde Indonesia hasta Turquia (este último un aliado de la OTAN), revelaron estar temerosos que los Estados Unidos probablemente los ataque…desde el último verano (2003) los índices favorables a los Estados Unidos han caido de 61% a 15% en Indonesia y de 71% a 38% entre los musulmanes de Nigeria”. The 9/11 Report: The National Commission on Terrorist Attacks Upon the United States, Thomas H. Kean, Chair, and Lee H. Hamilton, Vice Chair, St. Martin’s Press, New York, 2004, p.536.
[12] “El producto bruto interno combinado de los 22 países de la Liga Arabe es menos que el producto bruto interno de España. Cuarenta por ciento de los árabes en edad adulta son analfabetos, dos tercios de ellos son mujeres. Un tercio del ciudadano medio de esos países vive con menos de dos dólares al día. Menos del 2% de esa población tiene acceso al Internet. La mayoría de los jóvenes árabes han expresado su intención de emigrar a otros países, particularmente a los países de Europa”. The 9/11 Report. p. 537
[13] La lista la completan Centro América y, con relación a acuerdos ya existentes, se relaciona a Chile y México entre los países de la región. Fred Bergsten, Foreign Economic Policy for the Next President, en Foreign Affairs, Marzo-Abril 2004, p. 95. Bergsten es director del Institute of International Economics. Fue asistente del Secretario del Tesoro para Asuntos Internacionales desde 1977 hasta 1981 y asistente en Politica Económica para el Comité de Seguridad Nacional de los Estados Unidos desde 1969 hasta 1971. La observación a la lista de tratados comerciales bilaterales que perjudica al Perú explica la reciente posición norteamericana en las negociaciones del Tratado de Libre Comercio, que vienen llevándose a cabo con ciertos contratiempos técnicos, politicos e, inclusive, éticos (por la contratación de negociadores sudamericanos por coorporaciones mundiales). Los americanos astutamente han propuesto a la delegación peruana discutir el tema medular de la agricultura en las tratativas relativas a la negociación bilateral (La República de 15 de setiembre del 2004). Esa negociación bilateral, a la luz de lo afirmado por Bergsten, se diferirá sine dei.
[14] Fred Bergsten, The riks ahead for the world economy, en The Economist, Setiembre 14 del 2004.
[15] Interrogado si es riesgoso para la economía mundial que los Estados Unidos tenga un nivel de déficit tan alto, John Taylor, Subsecretario del Tesoro de los Estados Unidos de visita en Lima, ha señalado en reciente entrevista concedida a la revista Caretas, “que los recortes en los impuestos para hacer que la economía norteamericana empiece a moverse nuevamente han tenido un efecto benéfico sobre la economía mundial”. Ver Caretas, edición número 1839 de 9 de setiembre del 2004. Contrario a lo afirmado por Taylor, el informe del Fondo Monetario Internacional ha cuestionado precisamente esa política tributaria de los Estados Unidos y, como ya hemos visto, ha puesto de manifiesto el grave riesgo que esto significa para la economía mundial. Lo que tampoco ha dicho Taylor, a su paso por Lima para pontificar la política económica del presidente Alejandro Toledo, es que el costo de la estrategia de la administración Bush, a la que él pertenece, ha sido extraordinariamente negativo para la clase trabajadora norteamericana. Hasta la fecha se han perdido cerca de 1.84 millones de puestos de trabajo, 3 millones de ellos de la industria manufacturera. Para superar esas cifras negativas la economía americana tendría que haber producido 400, 000 nuevos puestos de trabajo cada mes hasta el final de este año. Bush es el primer presidente americano en siete décadas que gobierna con indicadores de esta naturaleza.
[16] Peter G. Peterson, art. cit.
[17] Fred Bergsten en The Economist, art. cit.
[18] Peter G. Peterson, art. cit.
[19] Peter G, Peterson, art. cit.
[20] Phillip Longman, art.cit. p. 65.
[21] “Debido a que los índices de fertilidad en México han caído dramáticamente, ese país está envejeciendo cinco veces más rápido que los Estados Unidos…entre el 2000 y 2050 la edad media de la población mexicana, de acuerdo con proyecciones de las Naciones Unidas, se incrementará 20 años, dejando la mitad de la población por encima de los 42 años de edad, mientras que la edad media de los americanos será, para el 2050, de 39 años…Los índices de fertilidad han caído más rápido en el Medio Oriente que en ninguna otra región del mundo. Por ejemplo, hacia la mitad de la centuria, Argelia verá incrementarse la edad media de su población de 21.7 a 40 años de edad. La post-revolucionaria Irán ha caído en sus índices de fertilidad en dos tercios y tendrá más población en la tercera edad que niños para el año 2030”. Phillip Logman, art. cit. p. 67.
[22] Phillip Longman, art.cit. p. 68.
[23] Existe también un elemento físico y sustancialmente psicológico sobre este particular. “Hay evidencia sustancial que sugiere que el envejecimiento de la población afecta los índices de crecimiento tecnológico e innovasión organizacional.. Comparaciones en todo el país (los Estados Unidos) demuestran, por ejemplo, que luego que la población de la tercera edad se incrementa en una sociedad más allá de cierto punto, los indices de proyectos y actividad empresarial e invención empiezan a decaer. En el 2002, Barson College y the London School of Business hicieron público su última guía de actividad empresarial. En ese documento demostraron que existe una marcada correlación entre países con una (más) alta tasa de trabajadores que retirados con aquellos con un alto índice de actividad empresarial. Inversamente, en países en los que una larga proporción son retirados, la cantidad de nuevos negocios es bajo”. Logman, art. cit. p. 72.
[24] “Esto es particularmente cierto en los Estados Unidos, donde la salud y las pensiones son proveídos mayormente por el sector privado. General Motors (GM) tiene ahora 2.5 retirados en su lista de pensionados por cada trabajador laborando y una deuda pensionaria de 19.2 billones de dólares. Para honrar el costo legado de sus retirados (la empresa) incluye 1,800 dólares al costo de cada vehículo que produce, de acuerdo con un estimado de Morgan Stanley del año 2003”. Longman, art. cit. p. 73.
[25] “De un pico de 110.4 billones en mayo del 2003, la inversión extranjera en los Estados Unidos ha caído a 90.6 billones de dólares en junio, 73.4 billones en Julio, 49.9 billones en agosto y 4.2 billones en setiembre”.OECD/DAC (Organization for Economic Cooperation and Development/ Development Assitance Committee) (2003) Development Cooperation Report 2003, París.
[26] “El crecimiento de la economía mundial se desaceleró al final de la década de los 90s. En 1998 el crecimiento promedio de la econimía mundial estuvo por debajo del 2%. Para la próxima década , el Banco Mundial predice un aumento en el crecimiento anual de únicamente 2.9% (World Bank 1998: Global Economics Indicators, Washington)”. Heribert Dieter, World Economy-Structures and Trends, en global Trends & Global Governance, op. cit. p. 67. Anótese que esta proyección del Banco Mundial fue realizada antes de setiembre 11 del 2001
[27] Peter G. Peterson, art. cit.
[28] Eliot A. Cohen, art. cit. pp. 52 y 53.
[29] Phillip Logman, art. cit. p. 71.
[30] Se añade un elemento psicológico. Cada vez menos padres estarán dispuestos a ofrecer sus pocos hijos para la guerra. Perder un hijo, que resulta ser el único, sustrae a cualquier padre de una aventura militar para su vástago.
[31] El terrorismo, además, no es nada nuevo para los países europeos. El hecho que ahora los Estados Unidos lo experimente en su propio territorio constituye para Europa otro episodio de algo que ellos enfrentaron o enfrentan en su propio suelo, sin el dramatismo unilateral que ha exhibido los Estados Unidos.
[32] Samuel R. Berger, Foreign Policy for a Democratic President, en Foreign Affairs, Mayo-Junio del 2004.
[33] Víctor Raúl Haya de la Torre, acucioso observador del panorama internacional y su impacto en nuestras naciones, ya había señalado en Treinta años de Aprismo la relación que existe entre la prepotentes políticas unilaterales de los Estados Unidos y sus ideólogos republicanos. “El imperialismo norteamericano es una tendencia política que en los Estados Unidos –y dentro del Partido Republicano- representan desde fines del siglo pasado Theodore Roosevelt y Henry Cabot Lodge, quienes seguían las ideas de Alfred Thayer Mahan, cuyos libros abogan por el engrandecimiento del poder naval norteamericano a fin de prevalecer imperialmente en el mundo”.Víctor Raúl Haya de la Torre, Treinta años de Aprismo, p. 39. Por ello, para los ecépticos y modernizadores de hoy, Haya de la Torre nos recuerda en el mismo libro “que las voces ‘imperialismo’ y ‘antimperialismo’…son de troquel norteamericano…No son invenciones indoamericanas y mucho menos rusas”. Hoy día el “antimperialismo demócrata” expresado ayer en el bryanismo, crítico del republicanismo imperial, se ha diluido. El tema de la seguridad nacional de los Estados Unidos lo ha enviado al trasto de la vieja historia. Demócratas y Republicanos han coincidido muchas veces en la expansión de la guerra y en la respuesta militar unilateral de los Estados Unidos presciendiendo de la comunidad internacional.
[34] Michael Shiffer, Breakdown in the Andes, en Foreign Affairs, Setiembre-Octubre del 2004. La única preocupación que exhibe Shifter en su artículo y que vincila al Perú con los intereses de los Estados Unidos es el tema de la coca.
[35] Sobre el particular ver el interesante análisis de Alfredo Barnechea en su obra citada.
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