Sobre un tópico no superado
(Respuesta al compañero
Manuel Eduardo Fernandez)
Por: Marco Antonio Flores Villanueva
desde, Boston, USA
Viene esta entrega para referirme a lo expresado por el c. Manuel Eduardo Fernandez en su intervención de fecha 14 de diciembre del 2004, signado con el número 576 en los archivos de la lista aprista de debate politico Fraternidad Indoaméricana.
Como producto de las tésis propuestas por el suscrito en torno a las nuevas tendencias de las inversiones internacionales productivas en su dirección y localización, y las consecuencias que de ello se derivan en lo tocante a la teoría hayista del Imperialismo en Indoamérica (ver mi ensayo “Reflexiones en torno a la Modernización del Aprismo”, en adelante RMA, o mi artículo “La Transformación del Imperialismo en Indoamérica: Lo que no vivió Víctor Raúl”), el c. Fernandez ha señalado en el mensaje que nos ocupa que el suscrito habría sostenido que no llegan (del todo) inversiones internacionales a la región y, asumiendo esa como mi opinión en torno a tan importante tema, el c. Fernandez sostiene que esos flujos de capital si llegan a América Latina, sustentando su punto de vista con un cuadro estadístico extraído del Informe Anual de la CEPAL del año 2002, relativo a inversiones extranjeras indirectas por el período 1992-2001 (sobre ese tópico ver en especial el pie de página o llamada 3, página 2 del presente documento).
Pues bien, sobre el particular cabe aclarar lo siguiente:
He sido reiterativo cuando al exponer mis tesis sobre el nuevo Imperialismo en Indoamérica me refería constantemente a la calidad de la inversión extranjera, conceptuando ellas como inversiones internacionales productivas, es decir aquellas que generan trabajo, transmiten tecnología y contribuyen al desarrollo productivo de nuestras economías. En esos precisos términos me referí al capital internacional en mi ensayo RMA. Y citando la información proporcionada por estudiosos como E. Pregg, B. Roberts. R. Florida, Heather-Jo Hammer y J.W. Gartrell, apunte la calidad y la ubicación geográfica actual de esas inversiones:
“Una de las característica que distinguen a nuestra época es el cambio dramático en la dirección y localización de la Inversión de Capitales Internacionales Productivos, que hoy se concentra crecientemente en los espacios geográficos de las grandes potencias mundiales”. [1]
Y para precisar sobre qué clase de inversiones internacionales discutia y qué clase de inversiones internacionales son de interés dominante en el nuevo contexto económico mundial, señalé expresamente lo siguiente:
“El catalizador de ese cambio formidable en la dirección de las inversiones internacionales es el interés que tienen las potencias industrializadas en la captación de ingentes capitales para ser invertidos en proyectos destinados al desarrollo intensivo y sostenido de nuevas tecnologías, (otro signo de nuestro tiempo), especialmente en el área de la informática, los medios de comunicación, la robótica, la biotecnología y la ingeniería espacial. Como lo ha señalado Ernest Preeg (“Who’s Benefiting Whom? A Trade Agenda for High-Tecnology Industries” in “New Forces in the World Economy” edited by Brad Roberts) estamos ante una superlucha que ha sumergido a los Estados Unidos, Japón, los países de la Comunidad Económica Europea, China y los países del sudeste asiático en una feroz carrera por la supremacia tecnológica que permitiría a una de esas superpotencias alzarse con el dominio monopólico de los mercados mundiales”. [2]
Es decir, y en oposición, como producto de las nuevas tendencias en la localización como en los sectores de colocación de esos capitales, la tesis de la ausencia de inversiones internacionales en la región se deriva de una concepción de esos capitales esencialmente en términos de calidad de inversión asociado a las espectativas de desarrollo del país receptor y no únicamente en términos de volúmen.
Es importante distinguir estos dos conceptos cualitativamente diferenciales (volúmen y productividad) cuando se discute el impacto de las inversiones internacionales directas en la región. La propia Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) –cuyo dato estadístico del año 2002 ha servido como fuente al c. Fernandez en su propósito de enervar mis puntos de vista en torno a las inversiones internacionales, pero partiendo de un error conceptual [3]- alude a dicho particular en su más reciente informe del año 2003 sobre “La inversión extranjera en América Latina y el Caribe”. Así, refiriéndose a la metodología usada en el informe la CEPAL aclara esos conceptos:
“La Unidad de Inversiones y Estrategias Empresariales de la División de Desarrollo Productivo y Empresarial de la CEPAL parte del reconocimiento de que la IED (Inversión Extranjera Directa) puede apreciarse desde muchos puntos de vista y que la perspectiva de análisis que se elija determina las conclusiones a las que se llega. Hay dos corrientes tradicionales, que de algún modo son reflejo de la amplia gama de posibilidades al respecto, a saber: i) la que considera a la IED en términos de financiamiento externo y desde el punto de vista de la balanza de pagos y ii) la que se centra en los efectos microeconómicos de la IED desde el punto de vista de la organización industrial. Cuando se aplica la primera, la IED se evalúa en términos del volumen de ingresos, según el principio de “cuanto más, mejor”; en algunos casos el análisis se vincula a variables macroeconómicas como el crecimiento, las exportaciones y el empleo. En cambio, cuando se aplica la segunda, la IED se asocia a las operaciones de las empresas transnacionales, que se evalúan de acuerdo con su contribución al desarrollo productivo local, sobre la base de criterios como la transferencia y asimilación de tecnología, el establecimiento y fortalecimiento de los encadenamientos productivos, la capacitación de recursos humanos y el desarrollo empresarial local. En este caso, la calidad de la IED y de las operaciones de las empresas transnacionales es tan importante como su volumen o escala. En general, esta segunda corriente considera que siempre es posible seguir aumentando los efectos positivos de la IED. Aunque las dos líneas de pensamiento son necesarias para una buena comprensión del fenómeno de la inversión extranjera directa, rara vez aparecen juntas”.[4]
Más adelante, el informe de la CEPAL revela además las limitaciones de la literatura especializada que aplica, en particular, el primer tipo de enfoque relativo a la inversión extranjera:
“En la mayoría de los estudios tradicionales se da por sentado que los elementos identificados por la visión microeconómica (transferencia de tecnología, encadenamientos productivos, capacitación de recursos humanos y desarrollo empresarial local) son efectos derivados del ingreso de un cierto nivel de IED en la economía del país receptor. En estudios empíricos realizados en los últimos años con metodologías más refinadas se ha demostrado que estos resultados no son automáticos y que sería prudente corroborar su presencia, en lugar de simplemente suponerla, cuando se analizan los efectos de la IED”. [5]
Y para ratificar la trascendencia del concepto inversión internacional productiva, “vinculada al desarrollo productivo con una orientación que apunta a la organización industrial”, de suyo importante para el estudio de la calidad de capitales que no llegan a la región o que se encuentran localizados ahora en otras latitudes del globo (lo que ratifica la personalidad del Imperialismo de nuevo cuño), me remito nuevamente al informe de la CEPAL:
“En la segunda visión (productiva) se procura evaluar la IED en términos de su contribución a ciertos aspectos microeconómicos, marco en el cual la calidad de la IED es usualmente considerada tan importante como su volumen. Asimismo, el concepto de “actividades de empresas transnacionales” reemplaza el de “IED” como principal foco de análisis. Los aspectos microeconómicos toman en consideración factores específicos vinculados a los impactos de la IED y de la acción de las empresas transnacionales a la economía local, tales como: i) el surgimiento de nuevas actividades que extienden o profundizan la industrialización; ii) el acceso, transferencia y asimilación de tecnologías; iii) el establecimiento y profundización de encadenamientos productivos; iv) el entrenamiento y capacitación de recursos humanos, y v) el desarrollo empresarial local, entre otros”. [6]
Ahora bien, tal como lo señala reiteradamente la CEPAL en su informe ambos enfoques sobre la inversión extranjera, es decir el de volúmen como aquel relativo al desarrollo productivo, se apoyan en información estadística agregada. No obstante ello, inclusive al diagnosticar la inversión privada internacional sobre la base de las categorias aludidas por CEPAL en su informe (ver pie de página número 4 sobre la nula asociación de empresas transnacionales con fines tecnológicos y de innovación), es posible arribar a la conclusión que las inversiones productivas internacionales no se reproducen positivamente en la región ni en términos de volúmen y, consecuentemente, ni en términos de calidad.
El esfuerzo, de CEPAL por cubrir ésta área de investigación sobre las inversiones internacionales productivas en la región es, no obstante, encomiable. Ya Theodore H. Moran en una obra interesante titulada “Beyond sweatshops, Foreign Direct Investment and Globalization in Developing Countries” había referido que “el impacto de la globalización de la industria, vía la inversión internacional directa, es más complicada que las del comercio. Es más, los efectos del comercio han sido mas comprensivamente estudiados y las políticas alternativas mucho más exploradas”. [7] Evidentemente se refería Moran a la ausencia de fuentes directas que reproduzcan estadísticamente, como lo señala CEPAL, el impacto en el país receptor de la inversión internacional asociada al desarrollo productivo con un horizonte de organización industrial.
Por ello resulta también pertinente confrontar otras fuentes de estadísticas para analizar la calidad de la inversión internacional, como las que proporcionan, por ejemplo, los países exportadores de capital internacional. En el caso específico de los Estados Unidos, los índicadores proporcionados por the National Bureau of Economic Research muestran un crecimiento de las colocaciones de ese país en el sector servicios (industria terciaria), especialmente an las áreas de telecomunicaciones, financieras y de negocios. Y en el área del comercio internacional, ese sector exportador de los Estados Unidos ha crecido de 18% a 30 % desde 1980 al 2002, con una tendencia a incrementarse. Como lo han confirmado destacados economistas internacionales, coincidiendo con el crecimiento del comercio exterior de los Estados Unidos en servicios, existe un sustancial incremento de la inversión internacional directa en el mismo sector, tales como banca, finanzas, seguros y otros, que marca una diferencia cualitativa en las colocaciones norteamericanas de capital. [8] En la región, esa inversión norteamericana ha sido fuertemente concentrada en el sector de finanzas y telecomunicaciones; en este último sector, sin embargo, detrás de España, pero ambos estratégiamente ligados a la búsqueda de mercados de servicios. [9] Un enfoque más general sobre la inversión internacional directa mundial en ese sector de la economía de la región confirma que “los servicios se han constituído en el principal destino de la IED en los últimos años. En efecto, en el período 1996-2002 este sector atrajo cerca del 57% del total de la IED, seguido del manufacturero (28%) y el primario (15%). A partir del 2001, la IED hacia los servicios empezó a disminuir, con un significativo descenso en el 2002, tendencia que según estimaciones preliminaries se habría mantenido en el 2003”. [10]
Es decir, ni primario ni manufacturero, ni fundamentalmente una economía de enclave (aunque ciertas inversiones internacionales en el sector primario fueron colocadas en los países del grupo andino para la compra de propiedades mineras) [11] ni esencialmente manufacturero industrial. En los últimos años se está organizando en la región, especialmente América del Sur, una economía terciaria dependiente del capital internacional y sin retorno significativo o reproductivo de inversión, que sin embargo está sufriendo una disminución que coincide con la desaceleración de la venta de empresas públicas latinoamericanas, con el período propiamente de inversión extranjera en cumplimiento de las condiciones de venta de las empresas, y con el dominio transnacional, especialmente español y norteamericanano, del sector finanzas, dirigido precisamente hacia la búsqueda de más mercados de servicios.
Pero más allá de este tópico importante que, aclarado, revela qué tipo de inversión internacional se asienta en la región y confirma, de otro lado, qué clase de inversión internacional se aleja de nuestros pueblos como indiqué en mis escritos, vale decir la productiva, es importante señalar que tampoco el enfoque cuantitativo o de volúmen contradice la tendencial disminución de capitales extranjeros en la región. En efecto, como se recordará al inicio de esta entrega nos referimos a los dos enfoques que dominan el estudio de la inversión extranjera: La productiva, ampliamente explicada líneas arriba, y la cuantitativa o de volúmen, asociado al principio “cuanto más mejor”. Pues bien, sobre el particular el propio informe de la CEPAL del 2003 señala expresamente lo siguiente:
“En el 2003, los flujos de inversión extranjera directa (IED) recibidos por América Latina y el Caribe siguieron disminuyendo en forma sostenida, por cuarto año consecutivo. Debido al descenso del último año, la región mostró el peor desempeño en el ámbito mundial (…) No obstante, la declinación de las entradas de IED durante los últimos años ha variado de una subregión a otra y de un país a otro dentro de América Latina y el Caribe. En México y la Cuenca del Caribe los ingresos sufrieron menos variaciones, mientras América del Sur fue la más afectada”. [12]
Y más adelante, ratificando una tendencia negativa a la baja, el mismo informe sostiene que:
“Este proceso podría atribuirse, ante todo, a la ininterrumpida disminución de la IED, que se prolonga por cuarto año consecutivo después de alcanzar un nivel máximo en 1999 [13]. De hecho, América Latina y el Caribe es la única región que ha sufrido una contracción prolongada de estas inversiones. El ingreso anual promedio de IED en la región prácticamente se cuadruplicó entre 1990-1994 y 1995-1999, período en el que aumentó de 15.800 a 61.000 millones de dólares; desde entonces hasta el año 2003 se redujo en un 40%, a 36.500 millones. El descenso registrado entre el 2002 y el 2003 fue de un 19%, por lo que la región mostró el peor desempeño a nivel mundial”. [14]
Es decir, que la estadística citada líneas arriba confirma una negativa tendencia mundial en el flujo de inversiones internacionales hacia la región, largamente explicada en mi ensayo RMA sobre la base de data proporcionada por estudiosos internacionales en la materia. En aquella oportunidad sostuve:
“Andreas Burcn ha señalado que en la composición de la Inversión Internacional Directa, Latinoamérica ha visto disminuir gravemente su parte proporcional de 17.5 % a únicamente 7% (ver “Unpaking the Globalization Debate: Approches, Evidence and Data” in “Demystifying Globalization” by C. Hay and D. Marsh). Esta tendencia negativa es ratificada por Hankie Hoogvelt en “Globalization and the Postcolonial World”, quien epitomando los índices históricos de la inversión internacional directa concluye que del período colonial hasta 1960 el tercer mundo recibió la mitad del total de las inversiones directas internacionales, para luego declinar a un tercio en 1966, un cuarto en 1974 y a 16.9 % en 1988, y la tendencia continua descendente. Otras fuentes, como las del propio Fondo Monetario Internacional, confirman la concentración de la inversiones internacionales directas en los países industrializados (ver cuadro B, extraído del excelente prólogo, escrito en Inglés en 1995, por Norman Lewis y James Malone en “Imperialism: The Higest Stage of Capitalism” by V.I. Lenin, 1996).” [15]
Confirmado entonces que no solamente la denominada inversión internacional productiva sino inclusive el volúmen de los flujos de capital internacional a la región muestran una tendencia negativa -únicamente variada por las inversiones de la década del 90 resultado fundamentalmente de la venta de empresas públicas en América Latina-, el siguiente paso es relacionar esta particularidad con la ingente transferencia de recursos de capital desde la región hacia el exterior (vía la deuda externa, cuyo monto astronómico se muestra en el gráfico 1, o las remesas de utilidades derivados precisamente de la inversión internacional) para completar el cuadro dramático que confirma el proceso de descapitalización que vive la región y que caracteriza al Imperialismo de nuevo cuño.
GRAFICO1
Fuentes: CELA, CEPAL, BID
En efecto, a los recursos destinados al servicio de la deuda extena, cuya transferencia significan para la región un dramático egreso de capital que evidentemente afecta su desarrollo, debe agregarse, y quiero referirme aquí sustancialmente a ello, las remesas de utilidades derivadas de la inversión internacional directa especialmente en América del Sur. Desde el retroceso sufrido por la inversión internacional a partir del año 2000, luego de la falaz bonanza experimentada, reitero, como consecuencia de la venta de empresas públicas, los flujos de capital internacional a la región no llegan más a compensar la transfernecia de flujos al exterior. Como apunta el informe de CEPAL:
“Asimismo, al observar la evolución de la entrada neta de IED a la región, por una parte, y la salida neta de la renta de la IED por la otra, se advierte que a partir del año 2000 la tendencia se torna opuesta a la que predominaba en la década de 1990. En efecto, las entradas netas han disminuido significativamente, mientras que las salidas netas se han incrementando. Si bien las empresas extranjeras vienen invirtiendo menos en la región, no se han reducido los dividendos que giran al exterior cuyo monto fluctúa en torno de los 20.000 millones de dólares desde 1997, significativo descenso en el 2002, tendencia que según estimaciones preliminares se habría mantenido en el 2003”. [16]
El agravamiento del proceso de descapitalización en la región también ha sido comentado por Jame E. Mohan, cuyas conclusiones se basan, coincidentemente, en las cifras proporciondas por la CEPAL. Mohan afirma:
“Una mirada más cerca a las estadísticas sugiere y a los dos últimos eventos (la moratoria unilateral de la deuda Argentina y la preocupación en torno a la brasilera) sugiere que son parte de un patrón de largo período: Una inversión (o cambio) en los flujos netos de capital. [17] Data proporcionada por el Institute for International Finance muestra que la suma de flujos netos de portafolio (valores y bonos) y préstamos netos de los bancos comerciales hacia América Litana fue negativo en 1999, 2001 y 2002 (…) Si nosotros consideramos las cifras de la CEPAL que son más generales en lo que se refiere a los capitales en América Latina, encontramos que la región ha tenido generalmente una salida de recursos desde 1999 hacia adelante. Con esta consideración, la salida de capital fue de 39 billones en el 2002 dirigidos por capitales que salieron de Argentina, Brasil y Venezuela” [18]
En ese contexto, que añadido a las negativas tendencias de las inversiones internacionales (volúmen y productivas) en la región, el servicio de la deuda externa y la transferencia de las utilidades producto de las inversiones internacionales, no es de extrañar, como lo confirma el gráfico 2, la imposibilidad regional en cuanto a promover establemente patrones de acumulación de capital y de ahorro interno, resultado del proceso de descapitalización de nuestras economías por el conjunto de elementos descritos a lo largo del presente documento.
GRAFICO 2
Fuentes: Banco Mundial, FMI, CEPAL, BID, cifras oficiales de gobiernos.
Todo lo cual también explica la volatibilidad del supuesto crecimiento registrado en la última década, como lo muestra dramáticamente el gráfico 3.
GRAFICO 3
Fuentes: SELA, Banco Mundial, CEPAL.
Como se podrá apreciar es la integración, la asociación de los diferentes indicadores económicos a que me he referido a lo largo de este documento lo que nos permite tener un panorama más completo en torno a las inversiones internacionales en la región, panorama que resulta contrario a lo sugerido por el c. Fernandez sobre la base de un solo indicador económico disociado y aislado de otras fuentes que son imprescindibles para la interpretación de los flujos de capital internacional a nuestras economías.
Por supuesto que los indicadores económicos están revelando tendencias. Pero integradas éstas particularmente al contexto económico internacional arduamente explicado en mi ensayo “Globalización Redefinida: Nuevos desafíos para América Latina” - es decir “el costo de la guerra para la influyente economía de los Estados Unidos, las implicancias de una estrategia que la incentive, el impacto que ésta producirá en su endémico déficit presupuestal y de cuenta corriente, su política comercial y en la exigua asistencia financiera directa que proporcionaba a la región (asíI como) La declinación de la tasa de natalidad en los países desarrollados y su impacto en esas economías (que) podría determinar no solamente la forzada consolidación del unilateralismo que hoy caracteriza a la política exterior de los Estados Unidos, sino además la concentración de ingentes recursos económicos y financieros en su agenda doméstica antes que en la histórica cooperación internacional con los países latinoamericanos” [19]-, podemos concluir que esas tendencias continuarán y se agravarán aún más.
He referido en ese mismo ensayo que ante las dramáticas circunstancias que vivimos “tal vez la experiencia de otros países que ya cruzaron el umbral del desarrollo y que adoptaron las decisiones correctas, pueda ser aleccionadora para nosotros: Todos ellos experimentaron una profunda revolución política antes de inicar su despegue económico. No al revés”. [20] Pues bien, si las tendencias de las inversiones internacionales están sujetas a un contexto internacional cuyo control escapa a nosotros, será preciso volver a la historia del Perú y reencontrarnos con experiencias pretéritas que confirman, una y otra vez, que las bases de los esfuerzos de recuperación económica del país fueron fundamentalmente nacionales. [21] En el contexto actual del Perú esta cruzada nacional puede hacerse posible, y por ello la cita que inicia este párrafo, a partir de la Política y desde la Política, para materializar un consenso de las fuerzas productivas nacionales resultado de una profunda reorganización institucional que brinde estabilidad al país. “Esa reorganización institucional no está en los planes de nuestros actuales dirigentes políticos, oficialistas u opositores, anclados tercamente en una utópica o interesada visión de la globalización. El remedio es el cambio de liderazgo”. [22]
Por ello, y al finalizar esta entrega, subrayo la reiteración de una advertencia: Con el oscuro panorama de la economía internacional se abre como única posibilidad la necesidad de recurrir a un esfuerzo nacional imposible de ser convocado por la desacreditada clase política nacional. La hora de la transformación política en el país ya no es únicamente una necesidad para la preservación de la democracia o para su conquista. Es una necesidad de supervivencia y que coincide además con los pasos que siguieron otras experiencias exitosas de países que ya cruzaron el umbral del desarrollo. El otro camino es la preservación de una casta política divorciada de su espacio y de su tiempo histórico y que nos llevará a la inexorable disolución de nuestras sociedades.
marcoludmila@msn.com
Boston, 18 de enero del 2005
[1] Marco Antonio Flores Villanueva, Reflexiones en torno a la Modernizacion del Aprismo, en Pueblo Continente, columna Páginas Libres (www.pueblocontinente.com) y en Red Voltaire (www.redvoltaire.net). Ver además mí artículo La Transformación del Imperialismo en Indoamérica: Lo que no vivió Víctor Raúl en Pueblo Continente y en la Revista Generacción, Año 2, Número 5.
[2] Marco Antonio Flores Villanueva, Obras citadas.
[3] El cuadro que presentó el c. Fernandez se refiere a los flujos acumulados de inversión indirecta por sectores del año 2002. No obstante, y sin entrar en la ardua discusión sobre la diferencia conceptual de los términos a que se refieren los indicadores utilizados por el c. Fernandez y los que aquí presento, el lector podrá concluir con los datos expuestos en este documento que tanto las inversiones internacionales productivas vinculadas al desarrollo productivo que apuntan a una organización industrial y las inversiones internacionales ligadas a variables macroeconómicas vienen sufriendo una tendencial contracción que unida a otros factores (como el pago del servicio de la deuda externa, la fuga de capitales y la transferencia de capitales al exterior) generan un proceso de descapitalización, especialmente en América del Sur, lo que caracteriza al nuevo Imperialismo.
[4] La inversión extranjera en América Latina y el Caribe 2003, Comisión Económica para América Latina y el Caribe, CEPAL, United Nations Publications, New York, 2003, pp.13-14.
[5] CEPAL, ob.cit. p.14. Es importante referirse en este punto a que la CEPAL, al clasificar en cuatro categorías a la inversión extranjera en la región sobre la base de las estrategias empresariales o corporativas, sintomáticamente no identifica ejemplo alguno en América Latina y el Caribe de empresas transnacionales asociadas con fines tecnológicos y de innovación, aspecto que revela, una vez más la calidad de la inversión extranjera en latinoamérica: “El método utilizado en este documento consiste en combinar distintas fuentes de información para evaluar las estrategias empresariales o corporativas, a fin de lograr una interpretación coherente de la IED en América Latina y el Caribe. Esto permite clasificar la IED en cuatro categorías, de acuerdo a las estrategias empresariales a que obedece: i) la estrategia de búsqueda de materias primas, centrada en el sector de petróleo y gas en la Comunidad Andina, Argentina y Trinidad y Tabago y en el sector minero en Chile, Argentina y la Comunidad Andina; ii) la estrategia de búsqueda de mercados, centrada en las mayores economías de la región; en el caso de mercados de bienes, los mejores ejemplos son la industria automotriz en el Mercosur y el sector de alimentos, bebidas y tabaco en Brasil, Argentina y México y, en el caso de los servicios, los financieros y de telecomunicaciones, el sector de la energía y el comercio minorista, sobre todo en América del Sur; iii) la estrategia de búsqueda de eficiencia para la conquista de terceros mercados, que se aplica fundamentalmente en México (los sectores automotor, de artículos electrónicos y de confección de prendas de vestir) y la Cuenca del Caribe (prendas de vestir); iv) estrategia de búsqueda de un elemento estratégico, basada en empresas transnacionales que se asocian con fines tecnológicos y de innovación, que no tiene ejemplos claros en América Latina y el Caribe”. CEPAL, p.14.
[6] CEPAL, ob.cit. pp. 19-20.
[7] Theodore H. Moran, Beyond sweatshops, Foreign Direct Investment and Globalization in Developing Countries, The Brookings Institution, Washinfton D.C. 2002, p. 2.
[8] Ver Michael Bordo, Barry Eichengreen, and Douglas A. Irwin, Is Globalization Today Really Different Than Globalization a Hundred Years Ago? Cambridge, Mass. National Bureau of Economic Research, June 2002.
[9] “En el conjunto de los 10 mayores bancos extranjeros presentes en América Latina se refleja la importancia de la banca española en la región. A fines del primer semestre del 2003, los dos principales bancos españoles concentraban el 49% de los activos totales de ese grupo. Por su parte, Estados Unidos, con sus tres bancos, daba cuenta de un 31% de los activos. El Citibank se ha convertido en el más importante de esos tres, después de haber comprado en el 2001 el banco mexicano Banamex. Con 60.000 millones de dólares de activos totales en la región, de los cuales su filial mexicana representa las dos terceras partes, el Citibank es el tercer banco extranjero en el grupo de los 10 mayores. Estas cifras confirman la importancia de Estados Unidos y España en la llegada de IED a América Latina, en este caso, la destinada al negocio bancario, cuya estrategia es la de búsqueda de mercados de servicios. Otros de los países con presencia en la banca regional son el Reino Unido, los Países Bajos, Canadá y Francia, aunque con porcentajes muy por debajo del 10%”. CEPAL, ob. cit. p. 46.
[10] CEPAL, ob. cit. p. 29. La disminución en la inversión en los servicios se explica por la desaceleración en la venta de activos de las empresas públicas, transacciones que tuvieron su pico más elevado en la década del 90 y cuyo volúmen produjo el incremento de la IED en la región. Como se sabe muchas de esas empresas públicas fueron subvaluadas.
[11] Importa aclarar en este punto que históricamente en la región la inversión extranjera en el sector minero ha tenido un propósito de compra, es decir para adquirir y no para descubrir yacimientos mineros.
[12] CEPAL, ob.cit. p. 9
[13] En la estación de la venta de empresas públicas en la región, claro está. Sobre la relación que existe entre el incremento de la inversión extranjera internacional, especialmente en la década del 90, y la venta de las empresas públicas en la región, resultará aleccionador citar a James E. Mahon: “…con pocos proyectos de privatización a llevarse a cabo (en América Latina) y con oposición política creciente contra esos proyectos, los flujos de inversión internacional directa podrán no alcanzar nunca más los niveles record de 1999”. James E. Mahon Jr., Good-Bye to the Washington Consensus? en Current History, A Journal of Contemporary World Affairs, February 2003, p. 60.
[14] CEPAL, ob.cit. p.12. Cifras que contrastan con las inversiones internacionales directas que reciben los países centrales, especialmente los Estados Unidos, confirmando la direccionalidad de esos flujos de capital a las potencias mundiales y asociados a la transferencia de tecnología y el mejoramiento del capital humano.
[15] Marco Antonio Flores-Villanueva, RMA (ob. cit.)
[16] CEPAL, ob. cit. p.29
[17] Confirmando así lo afirmado por el suscrito en mi ensayo RMA: “Esa ingente demanda de crédito externo es cubierta además por el servicio de la Deuda Externa, lo que ha modificado así los destinos de capital de Norte a Sur por Sur a Norte”. Marco Antonio Flores Villanueva, RMA (ob. cit.).
[18] James E. Mahon, ob. cit. p. 59.
[19] Marco Antonio Flores Villanueva, Globalización redefinida: Nuevos desafíos para América Latina, publicado por Pueblo Continente (www.pueblocontinente.com) en mi columna Páginas Libres y en Red Voltaire (www.redvoltaire.net), p. 2.
[20] Marco Antonio Flores Villanueva, ob. cit. p. 14.
[21] “La inversión internacional directa ha tendido a ingresar al Perú especialmente a mediados de cada una de las fases de crecimiento de las exportaciones, cuando ya habían superado las dificultades de un colapso económico anterior”. Ver Geoffrey Bertram y Rosemary Thorp, Perú 1890-1977. Crecimiento y políticas en una economía abierta. Lima, Mosca Azul Editores, Universidad del Pacífico-Fundación Firedrich Ebert,1985, p.8. La historia del Perú republicano confirma esa inmportante tésis: El despegue económico de 1895 a1898 y la extensión de los beneficios de ese esfuerzo nacional hasta el inico del oncenio de Leguía; el período de 1933 a 1939 que se extendió hasta 1945 y de 1950 hasta 1960. Ver Bertram yThorp, ob.cit. y Gianfranco Bardella, Un siglo en la vida económica delPerú, Lima, Banco de Crédto del Perú, 1989.
[22] Marco Antonio Flores Villanueva, Globalización redefinida, p.14.
<< Home