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Wednesday, March 16, 2005

Dia de la Fraternidad 2005

Porque Haya amó mucho

Escribe: Marco A. Flores Villanueva



Escribo estas líneas en trance de convalescencia luego de una cirugía casi mortal, porque me siento en el urgente deber moral de honrar la fecha onomástica que estamos celebrando, a pesar del transcurrir de nuestras propias vidas privadas que deberían ser, como fue la fructífera vida de Haya de la Torre, vidas sin tregua, entregadas a una noble causa que merece y demanda de nosotros sacrificio, renunciación y, para describirlo con las propias palabras de Víctor Raúl, “profundo amor”.

Y con ese propósito he aludido intencionalmente a las palabras del maestro, para situar mi mensaje por este Día de la Fraternidad en un contexto más humano que político, si la incisión conceptual me es permitida.

Fue enorme la personalidad de Haya de la Torre y todas las manifestaciones de su figura protéica lo colocaron en un prominente sitial de la historia mundial, desde el politico hasta el filósofo, desde el luchador social hasta el líder carismático de un incredible partido de masas, desde el organizador político hasta el estadísta.

Pero todas estas características extraordinarias que hicieron de él un ser mítico, para todos los que no llegaron a verlo en vida, y genial, para sus coetáneos, se subordinan y son producto de lo que fue la esencia vital de Haya de la Torre, es decir su profunda humanidad que se constituyó en la raíz de su pensamiento politico y la verdadera inspiración de su impecable carrera pública.

Porque Haya de la Torre fue, sobre todas las cosas, un buen hombre, un maravilloso ser humano enamorado de la condición humana, de sus penas y de sus alegrías, de sus aciertos y sus errores, de sus derrotas y sus triunfos. Víctor Raúl fue un ser humano auténtico, encendido de sentimiento por el prójimo al que quiso y abrazó sin condiciones, adversario o compañero de lucha, ofreciéndonos con amor los 84 años de su vida y renunciando, sin condiciones, a su propia felicidad.

Haya de la Torre nos amó y habló de ese amor en público y en privado, en las plazas y los parques de la patria dolida o en la tranquila estancia de su oficina partidaria o en Vitarte. Su vida es un himno inmortal al más hermoso sentimiento que pueda haber creado el ser humano sobre la tierra. Por eso dió pan y agua al pobre con los comedores populares, por eso convirtió al partido en hogar de niños en cada navidad, por eso catequizó a la política que es lucha mortal por el poder y la absolvió con la pureza santa del sacrificio y la renunciación, por eso transformó el caudillismo garfo y la vanidad del liderazgo en responsabilidad paternal y apostolado, por eso se divorció de los zaharaos de la clase política boyante para vivir modestamente en una propiedad que nunca fue suya, por eso su oratoria fue siempre magisterio, manantial de vida y verdad, nunca mendacidad o vehículo de sus propios intereses.

Porque Haya mucho amó fue el político o el filósofo que hoy todos admiramos. Porque Haya mucho amó fue el genial creador de una ideología política aún presente en el escenario politico internacional. Porque Haya mucho amó fue el forjador de un movimiento político de masas que bajo su sabia égida nunca convivió con él ni el dinero, ni la corrupción ni la indecencia.

Pero todo esto fue posible porque Haya mucho amó y porque fue Víctor Raúl, primero, un hombre bueno, un alma pura, un ser esencialmente humano. Sin ese sentimiento que lo hizo grande, sin ese legítimo respeto y amor por el prójimo que le permitió galvanizar su vida con las necesidades de las grandes mayorías, la figura política que fue Haya nunca se hubiera manifestado con la dimension extraordinaria con la que pasó limpia y ejemplar a lo largo de todos estos años.

Ese es el legado más grande de Víctor Raúl, que parte desde su vida privada y se proyecta a su carrera pública como un luminoso ejemplo sin parangón en la historia de la república, un legado de amor, de entrega sin límites, de sacrificio sin quincena que sus enemigos, dentro y fuera del partido, han querido siempre manchar con el fango de sus acusaciones, con la cobardía de sus insinuaciones oscuras o con el intento vano de suplantar su recuerdo o condenarlo al olvido.

Haya vivirá a pesar de todo y sobrevivirá a todos esas hostilidades, porque la fuerza de su legado es un misterioso sentimiento que ha llevado a millones de seres humanos sobre la tierra a triunfar sobre las fuerzas oscuras del mal. Ese sentimiento humano, esa vitalidad mística que ha construído la paz donde hubo guerra y mueve aún el mundo hacia el porvenir, esa emoción humana que Haya abrazó con los brazos generosos de su alma noble no fue otra cosa que el más sincero y más puro amor por el prójimo.

Y así el destinó del continente indoamericano, a pesar de muchos y a pesar de todo, estará siempre ligado a la memoria inmortal de Víctor Raúl Haya de la Torre. Porque Haya mucho amó.

En Boston, en el Beth Israel Deacones Medical Center, a los diesciseis días del mes de febrero del 2005, Mes de la Fraternidad Aprista.


marcoludmila@msn.com