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Tuesday, July 26, 2005

La Modernización Ideológica Secuestrada:
(Renovasión programática “no participativa”
en el Aprismo de hoy)

por Marco Antonio Flores Villanueva
desde Boston, USA


“Queda a la consideración de este primer Congreso Nacional de nuestro partido la tarea de discutirlas (las propuestas programáticas) y aceptarlas o no en sus históricas sesiones a las cuales no podré asistir frecuentemente por perentorias obligaciones de la campaña electoral “
(Haya de la Torre, Discurso inagural ante el I Congreso Nacional
Ideológico y Programático)

Con ese espíritu ampliamente democrático y tolerante se dirigió Haya de la Torre, en 1931, a los asambleístas convocados por el partido para debatir y aprobar la línea política del APRA. El fundador del Aprismo, el lider indiscutido del movimiento político más importante del continente, el jefe carismático del Partido del Pueblo bajaba al llano para someter el programa del APRA al consentimiento de su militancia, vale decir de sus representantes de base, en el marco de un congreso ideológico y programático convocado, vale la pena y es oportuno subrayarlo, por sus autoridades legítimamente elegidas.

El precedente histórico viene muy a propósito de la formalidad que debió observarse con el llamado proceso de modernización ideológica del Aprismo, una experiencia que estaba destinada a constituirse, precisamente, como un proceso, un largo camino de debates abiertos, participativos, convocantes de las fuerzas vivas del partido, ciertamente tolerantes y democráticos, organizado y auspiciado por las propias autoridades del APRA, y que tendría como corolario la realización de un congreso nacional específico para definir principios y orientaciones.

Lamentablemente nada de ello ha ocurrido. El proceso de modernización conceptuado por la dirigencia de Alfonso Ugarte viene llevándose a cabo de facto, es decir, y partir desde sus inicios, con un partido político que estaba siendo dirigido por una dirigencia cuyo mandato había excedido largamente su periodo de gobierno -infringiéndo grave y deliberadamente los estatutos del Partido del Pueblo-, y, de otro lado, persistiendo desde aquel entonces hasta hoy, con la participación privilegiada y mínima de contados actores, concretamente el presidente y el secretario general del partido (con mayor influencia) y los integrantes de la Celula Parlamentaria Aprista en menor grado, todos ellos a través de su pública opinión en torno a los temas relativos a los grandes problemas del país (en especial el debate constitucional, sensiblemente el régimen económico) o a la política internacional. En otras palabras, una modernización excluyente, a remolque de los acontecimientos nacionales o internacionales y, lo que resulta sumamente criticable, con un partido político intelectualmente secuestrado por una dirigencia autoritaria que se niega a convocar a un congreso nacional ideológico o hacer de la denominada experiencia “modernizadora” un proceso democrático participativo y auspiciado por la dirección del PAP.

Podrá arguirse contra dicha apreciación que existe un debate ideológico, pero ese debate no tiene, en principio, ninguna conexión específica con los organismos del partido. Los documentos que nacen o llegan a esos debates se limitan al espacio que ofrece el Internet o parten de la loable iniciativa, evidentemente aislada, de los militantes de base del PAP que tratan de ganar, con su propio esfuerzo, una tribuna de diálogo frecuentemente ignorada o a veces desautorizada por la actual dirigencia. Y contra el cargo concreto de autoritarismo y preopotencia que se deriva de la ilegal obstrucción del Comité Ejecutivo Nacional, a la renovasión participative y amplia del pensamiento político del APRA en el marco de un congreso ideológico y programático, no existe ningun argumento racional que enerve la acusación y exima de culpa a quienes pregonan la democratización de los partidos políticos desde la curul y actuan en casa con evidente desprecio a esos principios o valores.

Así no se puede hablar de modernización en el APRA. Así no se puede sostener publicamente ante millones de peruanos que el partido “cambia y se renueva con la participación de sus bases”. Así resulta insólito convocar a la prensa nacional, como se hizo en su oportunidad, y felicitarse de una nueva ley de partidos políticos, creada para “democratizar esas instituciones y renovar su pensamiento político”. Así no se puede concurrir a las “rondas de conversaciones” de un publicitado Frente Socia,l sin la herramienta directriz y diáfana de un programa politico consensuado y votado mayoritariamente por un partido al que dicen adminitrar democráticamente. No se puede actuar con semejante cinismo y pretender que quienes tenemos un mínimo de sentido crítico al interior del partido, cerremos filas con “disciplinada” u obsecuente obediencia y callemos en todos los idiomas..

La orientación política del partido, vale la pena reiterarlo en este período pre-electoral, es un tópico que no es de exclusiva responsabilidad o preocupación del presidente o del secretario general del partido o su celula parlamentaria. Así lo entendió el propio Haya de la Torre y convocó a un congreso ideológico y programático para evaluar y decidir el rumbo del APRA con las bases del Partido del Pueblo

¿Con qué autoridad se puede soslayar semejante precedente histórico sentado por el propio jefe del APRA? La lucha contra la dictadura de Fujimori y un reconocido protagonismo en esa gesta civil, no puede ser tan generosa como para vendernos la idea que esa es la franquicia indiscutible que puede exhibirse, como una sólida caparazón, para renovar personalmente el programa del partido cada vez que se levanta el dedo para votar en el congreso y pronunciarse sobre un tópico específico que compromete la línea política del APRA. Tampoco se pueda administrar con larqueza nuestra ubérrima admiración por el lider carismático, si sus ideas no son confrontadas con los puntos de vista, muchos de ellos autorizados, de otros intelectuales del Aprismo que también tienen algo que decir en el marco de un congreso nacional ideológico y programático, especialmente después de la publicación de un libro interesante pero discutible, firmado por un autor que antes escribió y publicó otro libro “diferente” a las puertas de una campaña presidencial, llegó al poder, gobernó con sus amigos, fracasó y luego dice a la prensa nacional que fue “por exceso de ideología”. El nefasto precedente, por lo menos, alimenta fundadas suspicacias, salvo que se privilegie, otra vez como ayer, el fervor mesiánico o el fanatismo religioso.

Hace unos días surgió en Internet un debate entre dos posiciones respetables al interior del APRA. Criticaba uno de los polemistas, con cierta razón, pero lamentablemente con adjetivos, a los representantes del “extremismo rojo” en el Aprismo, o sea a aquellos apristas que, a su criterio, se quedaron en el primer capítulo del “Antimperialismo y el APRA (es decir, exactamente como dicen otros que gobernaron con “El Futuro Diferente” en la mano, los doce apóstoles a la derecha y un puñado de amigos). Condenaba este aprista “neoliberal” (término que evidencia el otro extremo de la confusión iedológica que es el Aprismo de hoy) a las “fuerzas retrógradas y rojas” en el partido, y me lamenté honesta y sinceramente que ambos puntos de vista, equivocados o no, buenos o malos, no puedan llegar ni llegarán. tal vez nunca, a ser debatidos en un congreso nacional ideológico y programático, precisamente por la acción directa, conversada y concertada de los actuales conductores del Partido del Pueblo, con los que, sintomáticamente, simpatiza el circunstancial representante del “extremo neoliberal” del Aprismo.

Porque esa sería la mejor ágora para discutir puntos de vista como los referidos líneas ut supra o para debatir otros, con mucho más autoridad y rigor intelectual, en torno a la línea política del APRA, Lo importante, lo medular siempre resultará ser que nos sentemos todos los apristas, rojos, blancos o amarillos, en un congreso nacional y saquemos algo en limpio, por lo menos un borrador, que defina claramente principios y orientaciones en el partido, para que no ocurra, como ayer, que un librito, doce apósteles y un puñado de amigos se irroguen la potestad de definir la línea política del APRA. Y es a eso, concretamente, a lo que me he referido a lo largo de este artículo, a una modernización ideológica secuestrada hoy por los propios líderes del PAP y más tarde, como antaño, desdes las alturas del poder, sin debate y sin congreso, sin partido y sin apristas, por los que siempre gobernaron la patria en beneficio de sus bancos o sus propios intereses particulares.

Marco Antonio Flores Villanueva
marcoludmila@msn.com