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Tuesday, December 20, 2005

Los “ticos” de Ollanta Humala
(y otros operadores políticos)

Están en cada rincón del país recorriendo las calles de todas sus regiones. Ciudades enteras explotan con su presencia que tiñe de amarillo sus ocupadas arterias. Cada día transportan millones de peruanos, empleados y empleadas domésticas, universitarios, empleados, trabajadores, profesionales, amas de casa, pequeños empresarios y comerciantes; en suma, el pueblo de las ciudades, hombres y mujeres que trabajan, que sufren el Perú y que votarán en las próximas elecciones generales de 9 de abril.

Los choferes de esos vehículos que han creado una marea amarilla de “ticos”, es decir los taxis del Perú, se han federado y acaban de anunciar su intención de apoyar la candidatura presidencial de Ollanta Humala.

Estos son los operadores políticos de Humala. Dialogan con sus clientes y llegan a ellos diariamente con un simple mensaje por todos conocido y sentido a lo largo y ancho del país: Jubilar a la clase política del Perú. Muchos de estos choferes son universitarios sin futuro y decepcionados por las falsas promesas de la clase política, profesionales desempleados por los desaciertos de la clase política, obreros y empleados despedidos por los errores de la clase política y comerciantes y pequeños empresarios hundidos por el olvido o la acción directa de la clase política del país.

En otras palabras, esos choferes de ‘ticos” son hombres y mujeres que se parecen mucho a sus clientes. Son gente como ellos, que sufren y trabajan tan duro como ellos para llevar a sus hogares honradamente el pan de cada día. Y esta comunicación entre chofer y cliente, esta identificación que se mueve más en el terreno de la coincidencia negativa, es decir el odio a la clase política, actúa y actuará positiviamente sobre la intención de voto de las ciudades del país a favor del candidato Ollanta Humala.

Es la credibilidad que ofrece el chofer de “tico” transferida a alguien como ellos, con un mensaje que esperan y que comparten por ser víctimas de un común depredador perfectamente identificado, en otras palabras, la clase política nacional, forrada de billetes, de autos de lujo y de casas de playa (en las que la “modernizacion” llegó a la salas, a los comedores, a los dormitorios, pero no a sus cocinas pobladas de uniformes azules o blancos).

Los otros “operadores” de Humala en las ciudades, es decir aquellos que por la negativa imagen que representan ante la ciudadanía engordan de votos con sus dicterios al candidato de los “ticos” y achican el miedo a sus propuestas, son la fauna de acaudalados que constituyen la clase política del país y sus operadores a sueldo, es decir un gran número de militantes de los partidos políticos que, en su gran mayoría, han dado la espalda a sus ideales y al futuro de la nación por un sueldo transitorio y miserable, en la expectativa de alcanzar un puesto de trabajo en la administracion pública gracias al favor de sus patrones, corruptos y culpables de la desgracia del país.

Así, los primeros, los “ticos” venden una imagen positiva de Humala, pero con el prestigio de una vida simple y sin opulencia, su trabajo honrado y sus ingresos transparentes, operando diariamente un vehículo de transporte público. Mientras los segundos, con sus patéticos disfraces políticos enlodados por la culpa de la mentira o la supuesta “renovación” (de sus billeteras gastadas), también transmiten una positiva imagen de Humala en la medida en que su condena, su agravio, su rechazo a ese candidato presidencial significa, en realidad, la defensa de los intereses particulares de dos sectas muy bien comunicadas por el poder del dinero (políticos y militantes a sueldo) y que fue incapaz de construir un país y unificar la nación.

Y entre todos ellos, los unos por el odio y la decepción que les inspira la decrépita clase política nacional y sus vendidos operadores, y los otros, los directos culpables de ese estado de cosas en el Perú, es decir los gestores de ese infierno de injusticias en que se ha convertido la nación, están fortaleciendo día a día a Ollanta Humala, un candidato presidencial que no constituye la “esperanza” de los peruanos sino, y para muchos, simplemente la jubilación, aquí y ahora, de la clase política nacional porque ven en Humala “el hombre que jalará la palanca del inodoro”. Y es esto lo que parece satisfacer, al menos por el momento, a la gran mayoría de la irritada población citadina a nivel nacional. Porque, en lo que atañe al Perú rural, mil veces olvidada y humillada, parece, a estas alturas de la campaña electoral, que la suerte de la clase política ya estaría echada.

Boston, 19 de diciembre del 2005
marcoludmila@msn.com