¿Paredón o restructuración del poder político en el Perú?
por Marco Antonio Flores Villanueva,
desde Boston, USA
Alan García ha sostenido que si la clase política no sintoniza con el país, el no dudaría en ¡disolver! el congreso. A continuación se produjo un gran “debate constitucional” en torno a la viabilidad de la propuesta del compañero-presidente. ¡Debate esteril! Porque si la intención del compañero-presidente fuera realmente honesta, le hubiera sido suficiente decir, sin ninguna inspiración aprista que le haga pecar de “exceso de ideología”, que el APRA estaría dispuesta a proponer formalmente la revocatoria de los congresistas que no cumplan con su trabajo, que es la de proponer y crear leyes en beneficio del país.
También nos dijo García que rebajaría los sueldos de los congresistas y que todos ellos se irían al seguro social a ser atendidos como cualquier hijo de vecino. Es decir, para García el problema de la democracia y la gobernabilidad del país se reduce a una iniciativa presidencial destinada a “cortar” sueldos y personas en el Congreso de la República o a echar a andar soluciones efectistas tan pequeñas como su credibilidad. Ni más ni menos la clásica y raquita visión cuantitativa o simplona, que siempe ha sido la solución de los que no quieren cambiar nada en el Perú.
Semanas después (el último miércoles) se presenta en “Prensa Libre” el congresista Jorge del Castillo, y a lo largo de una entrevista en la que se abordó el mismo tópico no ofreció, por lo menos, la solución cuantitativa o la simplona planteada por el compañero-presidente. Para ser más exactos, el congresista del Castillo no ofreció solución alguna. Estuvo muy ocupado tratando de probar que él no es de derecha y que García y Maurico Mulder no están ubicados a su izquierda (de hecho, la única que estaba ubicada cerca de él, pero fuera de las cámaras, fue su hija política, a quien llevó a Canal 4, parece ser, como “prueba fehaciente e irreprochable de la renovación” (???) del Aprismo).
Ahora bien, con ese “eficaz” discurso político el “candidato natural” del Aprismo ha bajado del segundo puesto de las preferencias electorales al tercero; mientras que el parlamentario Jorge del Castillo, que “no sabe, no opina” representa a un congreso de la república que ha obtenido el ridículo índice de aprobación de 6% de la ciudadanía que sí sabe y además opina abrumadoramente contra la clase política que representan precisamente Alan García y Jorge del Castillo.
En contraste, el otro candidato presidencial, es decir aquél que César Zumaeta culpó inteligentísimamente de haber estado bebiendo, como él, de la misma mamadera del estado (“a confesión en rueda de prensa, relevo de prueba”), o sea Ollanta Humala, le ha dicho a la ciudadanía que él fusilaría a García, a Jorge del Castillo, a Zumaeta y a toda la clase política del país, y de la nada, como si fuera un milagro morado en pleno diciembre, de 0% Humala saltó espectacularmente al segundo puesto de las preferencias electorales y, probablemente, ya está liderando la intención de voto a nivel nacional.
¿Qué nos está diciendo todo esto? Hay muchas formas de responder a esta pregunta, dependiendo, claro está, de lo que realmente se defiende. La lectura que hace la clase política es tan chata como sus intereses particulares: “¡Humala es un facista, nos quiere matar!” La lectura de un gran número de militantes apristas, manifestada el último domingo en sus accidentadas elecciones internas, es tan sectaria como sus mentes afiebradas por la expectativa de un puesto de trabajo y ha sido esta: “A más ¿calumnia? (ya es muy difícil creer eso) más clase política tradicional (o sea, más patrones potenciales)”. Y la lectura hepática del pueblo del Perú es tan extrema como sus necesidades y su odio por García, del Castillo, Zumaeta y cía. y ha sido la siguiente: “¡A fusilarlos¡”.
Es esta la disyuntiva, triste e irresponsable, a la que ha llevado a toda la nación la clase política del Perú, especialmente a los más olvidados, al sur andino pobre y mil veces humillado o al Perú rural que solamante se menciona y recuerda en los hermosos discursos de la políticos acaudalados. Y no solamente con sus torpes acciones, sino con la estupidez con la que la clase política interpreta el “fenómeno Humala” en el debate electoral, colocando el tablero de la discusión, vistas sus raquíticas propuestas interesadas y culpables, sobre un dificil ángulo que empuja al país entero a una solución radical y que se grafica claramente en las siguientes expresiones: “¿Qué hacemos? ¿Los fusilamos a todos ellos votando por Humala o los premiamos a todos ellos llevándolos de regreso a Palacio de Gobierno o al Congreso de la República?”
La solución es, desde hace mucho tiempo y sigue siéndolo, la restructuración del poder político del país, la recomposición cualitativa de su democracia falaz por una más real que definitivamente integre al quehacer político nacional a las organizaciones sociales del país y jubile a su clase política. Lo dijo Haya de la Torre en 1931 y se le olvidó a García, para no pecar de “exceso de ideología” y recibir el amén de Washington. Lo dijo Víctor Raúl en todos aquellos magníficos libros que no ha leído Jorge del Castillo, porque no tiene ningún tiempo, ocupadísimo como está en controlar el APRA como si fuera su feudo o para no pecar de radical y ser bienvenido en los CADES empresariales y en el directorio del Banco de Crédito. Lo dijo el fundador del APRA y lo ignoran olímpicamente la gran mayoría de una militancia aprista senil, improvisada y entregada a la búsqueda de satisfacciones personales que cubran sus necesidades inmediatas, sin principios e ideales y sumergida en el arribismo y el oportunismo rabón.
Por ello es bastante claro para el país (menos para la militancia aprista), primero, que García y del Castillo son la misma cosa. Segundo, que ellos representan a la clase política culpable de la pobreza que vive la nación. Y tercero, que deben desaparecer de la arena política nacional. Lo que no está claro aún es cómo deshacerse de ellos, es decir o fusilándolos salvajemente como lo plantea Humala y el voto ciudadano que lo respalda o removiéndolos a través de una sana reestructuración del poder político en el país, como lo propuso Haya de la Torre desde 1931.
En conclusión, creo, amable lector que me ha seguido con paciencia hasta el final de este extenso artículo, que para evitar el paredón lo mejor para García será empezar a pecar cuanto antes de “exceso de ideología” y citar a Haya de inmediato; para Jorge del Castillo, tomar un curso de inmersión del ABC del Aprismo y enfriar sus relaciones con Dionisio Romero; para la militancia aprista, ver más allá de sus narices y pensar en el Perú; y para César Zumaeta…para César Zumaeta…¿Qué hacemos con César Zumaeta? ¡Caramba, César, lo siento mucho!
Boston, 16 de diciembre del 2005
marcoludmila@msn.com
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