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Friday, March 31, 2006

“Se habla sólo Español”:
El pecado de no hablar Inglés
en el siglo de la Informática


Estados Unidos ha perdido cerca de un millón de puestos de trabajo del sector servicios que están siendo transferidos a otras latitudes del planeta por compañías transnacionales ¿La razón? Es la tercera revolución industrial, la era de la Informática que ha permitido que muchos trabajos sean susceptibles de ser ejecutados y transmitidos a través de la magia de la fibra óptica.

Esta nueva etapa del desarrollo de la humanidad esta llevando a transformar (no a deprimir) aceleradamente el mercado laboral en los Estados Unidos, con la reducción de los servicios de ejecución no personal, como las operaciones comerciales o las labores administrativas susceptibles de ser realizadas a distancia, y el auge probable de los servicios de ejecución personal, como por ejemplo la atención médica o la representación legal ante las cortes, cuya ejecución requiere contacto personalizado.

En efecto, en un brillante artículo publicado en el último número de la influyente revista especializada Foreign Affairs (ver Offshoring: The New Industrial Revolution?), Alan S. Blinder -profesor de Economía de la Universidad de Princeton y ex-integrante de the White House Council of Economic Advisers entre 1993 a 1994-, nos ofrece un nuevo panorama del futuro de la fuerza laboral en los Estados Unidos, con elocuentes estadísticas que revelan que la transferencia de puestos de trabajo en el sector servicios a otros países del globo será no solamente constante y sostenida sino además mayor en la próxima década.

Alan Blinder se refiere, por ejemplo, a los números proporcionados por Forrester Research, publicados hace unos años, que estimó esa transferencia en 3.3 millones los puestos de trabajo del sector servicios. Un estudio elaborado por Berkley en el año 2003 y otro reciente de McKinsey confirman esa tendencia y consideran que 11% de los puestos de trabajo en los Estados Unidos están en riesgo de ser tranferidos a otros países.

El artículo se ocupa de las consecuencias de este nuevo fenómeno en la economía americana y se sitúa en esa realidad. Pero ¿qué consecuencias tiene este fenómeno americano para los mercados laborales de otros países del orbe y, en especial, para los deprimidos mercados laborales de América Latina?

Muchas. Por lo pronto países como India e Irlanda están captando ese enorme número de puestos de trabajo sobre la base de una simple ventaja comparativa, que unida a previas transformaciones institucionales, están permitiendo el desarrollo acelerado de sus economías y su integración con el mundo. Esa ventaja comparativa es hablar, leer y escribir en el idioma Inglés.

China es otro importante receptor. Ha podido beneficiarse de esa fenómeno gracias a políticas de estado que hicieron prioritaria la enseñanza del idioma Inglés desde el tercer grado de educación y continúa descolgándose hacia grados iniciales. Lo mismo han hecho Japón, Corea del Sur y Malasia, Singapur, Tailandia y Hong Kong. Y en el hemisferio europeo lo están haciendo Polonia, República Checa y Rumania.

En la región Chile es el lider en la implementación de políticas de estado para la enseñanza del idioma Inglés, con un programa especial disciplinado y ambicioso que contempla inclusive la obligatoriedad de la prueba del KET (Key English Test), para todos sus estudiantes hacia el 2010. México está en la misma senda y también República Dominicana y Costa Rica.

Todos estos países, que no son anglo parlantes, son concientes del alivio que les significará para sus mercados laborales y para sus economías la captación de los puestos de trabajo que emigran, en cifras sin precedentes, del sector servicios americano. Y por ello sus gobiernos han hecho de la enseñanza del idioma Inglés un objetivo prioritario que se materializan con políticas públicas destinadas a convertir a sus pueblos en países bilingues, con el valor agregado que representa dominar la lengua franca del siglo XXI.

En el Perú no existe conciencia de esa necesidad histórica y se ignora, desde la oficialidad hasta la oposición política, el enorme potencial que se deriva de la trasnformación del mercado laboral americano. Porque ni el Ejecutivo ha implementado específicas políticas de estado que comprometan a las escuelas públicas con la enseñanza del Inglés, ni los candidatos presidenciales tienen debidamente analizado en sus planes de gobierno esa nueva realidad internacional y por ello no han priorizado seriamente en sus programas la enseñanza del Inglés en las escuelas públicas del Perú.

Se dirá que los costos para la implementación de esos programas sería el obstáculo. Pero el costo enorme de no implementarlos será previsiblemente mayor, porque nos llevaría simplemente a la insularidad económica y al divorcio con el resto del planeta. Es más, la urgencia del tema, por el dramático contexto internacional descrito en este artículo, debería hacer que consideremos el hablar, escribir y leer en Inglés no una ventaja comparativa sino una capacidad intrínseca a toda la población económicamente activa del Perú y la región. Una filosofía de esta magnitud podrá ser capaz de impulsar un proyecto nacional que cubra esa necesidad vital y que recibirá, estoy seguro, el apoyo financiero de entidades internacionales como el Banco Interamericano de Desarrollo.

Mientras tanto la transferencia de los puestos de trabajo del sector servicios americano continúa, gracias al desarrollo de la informática que impulsa la tercera revolución industrial en el gran país del norte. Y a tal punto, dice Alan Blinder, que el número de puestos de trabajo susceptible de ser transferido por el desarrollo formidable de la tecnología es de dos o tres veces el total del número actual de puestos de trabajo del sector manufacturero americano (que es de alrededor de 14 millones). Es decir, estamos hablando de 28 o tal vez 42 millones de puestos de trabajo que serán transferidos de los Estados Unidos al mundo.

¿Qué estamos haciendo hoy para beneficiarnos de esas transferencias? Absolutamente nada. Porque el Perú ya ha cometido el grave pecado de no hablar Inglés en el siglo de la Informática.

Boston, 2 de marzo del 2006

marcoludmila@msn.com

La encrucijada de Alan García

Con la conferencia de prensa ofrecida por Alan García el día de ayer, se inicia una nueva etapa en la campaña electoral del ex-presidente. García ha reconocido implícitamente (por fin) los resultados que hasta el momento vienen arrojando las proyecciones de las encuestadoras. Primero lo hizo Lourdes Flores Nano, saludando el liderazgo de Ollanta Humala en esos sondeos de opinión. Y ahora García, que quiere enfrentar con más objetividad la campaña que está a punto de llegar a su fin, tal vez en primera vuelta con el triunfo categórico (y peligroso) de Humala.

¿Cuáles son las opciones que tiene García en un escenario probable, pero no seguro, de una segunda vuelta con Ollanta Humala? Dos:

La primera, convertirse nuevamente al Aprismo de Haya de la Torre y proponer, como lo hiciera el viejo líder del Apra hasta el final de sus días, una profunda reestructuración del poder político del país (¿Congreso Económico Nacional?). Ello le debe significar reconocer que su propuesta inicial de bajar los sueldos a la clase política no fue realista y suficiente para un electorado mayoritario que quiere cambiarlo todo, porque anda harto de la institucionalidad política que la agobia con sus yerros y la ofende con sus privilegios. En ese contexto García deberá convencer a la derecha y al pueblo radicalizado que es preferible llevar a cabo ese cambio profundo dentro de la libertad y con el Apra, que aventurarse a una constituyente humalista con evidente tufo chavista.

La segunda, convertirse García en el candidato de la derecha más rancia e inútil de la toda la región, limitándose a presentarse ante un electorado mayoritariamente hepático como el “defensor” de esta democracia republicana, falaz y mediocre de la que medra la clase política y la oligarquía del Perú. En ese caso será devorado por el humalismo y por la historia, con el aplauso calculado de Jorge del Castillo, el “delfín” de la derecha dentro del Aprismo.

Si lo primero, García, en lo doméstico, deberá dar un giro en sus relaciones al interior del Aprismo y alejarse prontamente de posiciones conservadoras, como la que representa precisamente Jorge del Castillo y sus huéstes, que evidentemente han minado y dañado el espíritu de transformación y cambio político que antaño caracterizaba las propuestas del Partido Aprista, propuestas responsables de un centro progresista y que hicieron del Apra, por muchos años, el más efectivo interprete de la inclusión política dentro de la libertad. Movida que también resultaría oportuna, para sancionar definitivamente la impericia culpable de un dirigente como Jorge del Castillo, que derechizó, feudalizó y acható el partido bajo su administración y que fue incapaz de hacer realidad, no lo olvidemos, esa hipérbole llamada Frente Social, perjudicando las posibilidades de García de llegar al poder.

Y en lo que se refiere a la campaña electoral, el problema de García será su falta de credibilidad, esa resistencia que tiene en el electorado porque “él ya fue”. En ese contexto, y en el supuesto de abrazar la causa de la reestructuración política, el guión sería bueno pero el actor el menos deseado. Ollanta aparece más comunicado que García ante los ojos del pueblo para llevar a cabo ese cambio, aunque en el camino se lleve de encuentro, mucho me temo, elementales derechos políticos y civiles.

García no tiene mucho que escoger. O intenta reencontrarse con la mayoría de los peruanos, los apristas de verdad y limpia la casa (del pueblo) ganando o perdiendo en primera o segunda vuelta, pero retomando las propuestas de profundas reformas políticas que hiciera Haya de la Torre, o se hunde para siempre porque será recordado como el patético candidato de la derecha más inmoral, más corrupta y estúpida que ha producido la región.

Boston, 21 de marzo del 2006

marcoludmila@msn.com

El Apra de hoy y el Aprismo
que necesitaremos mañana


Con las cifras reveladas la noche de ayer por la firma APOYO, a escasos quince días de los comicios, el futuro de Alan García, como candidato, y la dirigencia del partido, como responsable de la campaña electoral, se torna definitivamente oscuro.

La reiteración de un tercer puesto en las preferencias presidenciales a pocos días de la votación, cuando las encuestadoras sinceran sus cifras para defender prestigios, es la constante que se afirma. Ello debería ser para cualquier candidato y su plana mayor un insoslayable referente de la realidad. No ocurre eso con García y sus dirigentes, quienes tercamente confunden el panorama electoral del 2001 con el actual que tiene nombre propio, Ollanta Humala, y el mundo pequeño y privilegiado que los rodea con el nuevo contexto rebosado del Perú de hoy

Porque si a comienzos de la semana que pasó, durante una exitosa conferencia de prensa García finalmente parecía entender esa realidad que explotaba en su cara y en la cara de las autoridades del partido, es decir un evidente desborde popular en favor de trasnformaciones sustanciales en la estructura política del país, ni bien terminó de conversar con los periodistas García puso nuevamente pie firme en la campaña únicamente para repetir el mismo guión de inocuas reformas políticas que no funcionaron antes, porque lo llevaron al tercer lugar en las encuestas, y que no funcionarán hoy ni mañana, porque como antes y después lo estancan a la cola de los tres principales candidatos.

García hizo lo que temíamos: Se colgó desesperadamente de la propuesta republicana de más democracia falaz aliada a la oligarquía arrinconada por el probable triunfo de Humala y se olvidó, otra vez, de las raíces transformadoras del Aprismo histórico que siempre buscó, con Haya en vida, una nueva institucionalidad política comprometida con las grandes mayorías nacionales.

Y en todas las ciudades y pueblos del Perú se presentó García prometiendo la rebaja de sueldos para la clase política, pero no su completa renovación y la sustitución del sistema político que le da vida, la alimenta y la beneficia inmoralmente a los ojos de una ciudadanía hepática a la que se insiste tercamente en subestimar en sus fobias y en su hartazgo por la clase dirigente del país.

Y así, en todas esas presentaciones quiso García condenar a la clase política con una escopeta de dos cañones, y ahora también de perdigones, cuando él mismo y sobre todo su dirigencia nacional lamentablemente representan, para la mayoría del Perú, el activo y pasivo de una élite capitalina y regional que no quiso comprender, que no quiso entender que la renovación política era vital para el triunfo electoral del Partido del Pueblo.

Por eso, y no por otras razones, Ollanta Humala esta primero en las encuestas ¿Acaso es difícil entender esto que es tan objetivo? Para la clase política sí, le es muy difícil asimilar todo esto por razones muy personales: Por su intolerancia, por su mezquindad, por su abominable deseo de poder aunque este poder organizado ya resulta totalmente anacrónico, hediendo, irrespirable e insostenible. Y por esas “virtudes” personales de la vieja clase política del país que se aferra a sus privilegios, es que hemos llegado a esta situación extrema en la que el pueblo del Perú está prefiriendo jalar la llave del inodoro, aunque en el camino pierda sus derechos civiles y políticos.

Por ello, y ya mirando hacia el futuro posible que se nos acerca de manera “silenciosa”, con el mismo “silencio” con el que se acercaban las fuerzas chilenas a Lima durante la Guerra del Pacífico, mientras la plutocracia limeña, símil de la clase política del Perú de hoy, bailaba despreocupada en sus salones, se hace necesario preparar las bases de un cambio histórico en el viejo partido de Haya de la Torre, para que recobre la credibilidad que necesitará en la nueva etapa histórica, tumultuosa y beligerante, que se abrirá para el país si éste 9 de abril se confirma en las ánfóras lo que todos parecemos atisbar, menos la élite política del país.

Porque será ése un tiempo de pasiones, de grandes confusiones, de gran inestabilidad política que requerirá de la fuerza moral e irreprochable de nuevas voces sin pasado al interior del partido, para que tengan la autoridad moral de liderar al país hacia un centro progresista aliado con las grandes mayorías nacionales, dispuesta a transformar profundamente la institucionalidad política del país y llevar a cabo con responsabilidad las reformas económicas estructurales que requiere el Perú para superar la pobreza sin abdicar de su libertad.

Boston, 27 de marzo del 2006

marcoludmila@msn.com

Los “ingredientes” de la Prosperidad


En 1978 un brillante economista escocés llamado Angus Maddison inició sus investigaciones sobre el desarrollo económico del mundo, para luego alumbrar su portentoso libro Monitoring the World Economy: A Millennial Perspective, 1820-1992, un excelente documento que identifica al año 1820 como el inicio explosivo de la prosperidad económica del planeta, contrariando así investigaciones históricas que ponderaban ese proceso como un largo y contínuo desarrollo cuyo primer impulso se adentraba a los comienzos de la civilización.

En ese libro Maddison también se refirió brevemente a los “ingredientes” de esa súbita prosperidad, señalando como tales el progreso tecnológico, el desarrollo del comercio, las finanzas y el capital humano, así como la explotación de los recursos naturales. Nada espectacular como explicación de un fenómeno precipitado que, sin embargo, dividió la historia del crecimiento económico del mundo en un antes y después de 1820.

Años después William J. Berstein, en su celebrado libro The Birth of Plenty: How the Prosperity of the Modern World was Created (The MacGraw-Hill Companies, Inc., 2004), ha venido a reconsiderar, ordenar y confirmar, con un vistazo a la historia de naciones claves y paradigmáticas del progreso humano, los conceptos estructurales de Maddison que explican el inicio del crecimiento económico del mundo moderno y que garantizan su continuidad en el tiempo (lo que los economistas denominan “crecimiento sostenido”). Esos cuatro factores principales del progreso humano son: Derechos de propiedad, racionalismo científico, mercado de capitales y progreso en el transporte y las comunicaciones, vale decir infraestructura.

En un recorrido por la historia económica del mundo, Berstein corrobora la constante y persistente presencia de esos cuatro factores estructurales de la prosperidad. En el desarrollo formidable de las instituciones financieras de la Holanda del siglo XVI; en la posterior apropiación por la corte de Inglaterra de 1688 de esos mismos factores señeros del progreso humano, y que más tarde permitieron la primera revolución industrial; y en la emergencia vigorosa de las colonias de Nueva Inglaterra, más tarde los Estados Unidos de América, como corolario de la propagación de las instituciones legales, intelectuales y financieras de britania a la costa atlántica al norte del nuevo mundo.

También ha identificado Berstein un elemento condicional que definitivamente influye en el éxito de esta aventura que significa salir de la estagnación para pasar a la prosperidad: La convergencia, la reunión, la presencia de todos y cada uno de los cuatro factores, puntualmente referidos línas ut supra, para producir desarrollo humano. Soslayar uno de esos “ingredientes” de la prosperidad, dice Berstein, “hace peligrar el progreso económico y el bienestar humano; patear solamente uno de estas cuatro patas derribará la plataforma en la que descansa la riqueza de las naciones. Esto ocurrió en la Holanda del siglo XVIII con el bloqueo naval inglés, en los estados del mundo comunista con la pérdida de los derechos de propiedad y en muchos (de los estados) del Oriente Medio con la ausencia de mercados de capitales y del racionalismo occidental. Y lo más trágico de todo, en gran parte de Africa, donde los cuatro factores están esencialmente ausentes”.

Y hace apenas unos meses atrás Jeffrey Sachs nos ha recordado el descubrimiento de Maddison, la confirmación de Berstein y la importancia del desarrollo sostenido sobre la base de los cuatro “ingredientes” de la prosperidad y el desarrollo sostenido. En su interesante libro The End of Poverty: Economic Possibilities for Our Time (The Penguin Press, 2005), en 1820, dice Sachs, todas las regiones del planeta eran pobres. Desde aquel año hasta 1998 el producto nacional bruto per capita de los Estados Unidos creció a un porcentaje anual aproximado de 1.7 %, mientras el crecimiento de Africa por el mismo período fue de 0.7 % por año. Nótese que la diferencia entre ambos porcentajes no parece mucha, pero en un período largo los resultados son dramáticos y están a la vista de todos. Hoy día los Estados Unidos es la economía más rica del planeta, sin haber crecido 8% anualmente como sí lo hace China con grandes problemas de desigualdad, mientras Africa es un continente sin futuro y condenado a la pobreza. “La llave fue consistencia –dice Sachs- el hecho que los Estados Unidos mantuvo el mismo crecimiento por casi doscientos años”.

Mirando el caso peruano a través del lente acucioso de Maddison, Berstein y Sach, podemos descubrir que el Perú de hoy no está camino a la prosperidad. No hemos construido los cuatro pilares históricos del bienestar de las naciones, porque carecemos de una legislación y una institucionalidad judicial que garantice mínimamente los derechos de propiedad; porque continuamos subestimando e incluso despreciando el valor y la importancia de la educación pública y especializada, como lo ha ratificado The International Institute of Education en sus informes; porque invertimos menos de un tercio que Chile en investigación; porque tercamente nos aferramos al hipo de las exportaciones de productos primarios y no iniciamos las reformas económicas estructurales que permitan la diversificación de nuestra economía y el surgimiento de un mercado de capitales; y, finalmente, porque nuestro déficit en infraestructura básica, comparativamente, es en uno de los mayores de la región.

Un dato adicional: En todos los estudios de desarrollo económico el factor político es determinante para implementar los cuatro factores que permiten la prosperidad. Sin educación, uno de los “ingredientes” de la prosperidad de las naciones, no seremos capaces de producir una enterada y tecnificada élite política y empresarial que pueda ser internacionalmente competitiva y nos arranque de las fauces ignominiosas de la estagnación y la pobreza.

Un vistazo a la campaña electoral y ello nos relevará de cualquier argumento adicional para concluir que el Perú carece de esa clase dirigente y que el país necesita urgentemente implementar una profunda renovación política de carácter institucional, si no se quiere perecer a manos de la incompetencia y alejarse una vez más de los “ingredientes” que hicieron de otras naciones prósperas y pujantes economías. No olvidemos pues la lección que nos ofrece la historia económica del mundo.

Boston, 30 de marzo del 2006

marcoludmila@msn.com

Wednesday, March 01, 2006

La Infancia en la Música

A los 4 años mi padre me obsequió un violín. Era 1/4 de violín. Lo compró en la "Casa Mozart" del Jirón Cusco (más tarde Emancipación), al costado del antiguo local del Conservatorio Nacional de Música. Tenía yo un maestro de violín. argentino, pero de procedencia italiana. Ballestro era un maestro severo y violento. Fumaba una pesada pipa tallada que despedia un fabuloso y aromático olor a vainilla que yo adoraba. Comencé mis clases con Ballestro (y su pipa) a los 5 años. Quería pertenecer a la orquesta sinfónica infantil de mi colegio, el Hans Christian Andersen. Mi hermano Pedro tocaba violín en esa orquesta y yo deseaba emularlo. El director del colegio, Constantin Sturner Popesku, un rumano amante de la música y la ferrea disciplina, había aconsejado a mis padres, después de un examen de actitud musical, que mi instrumento debía ser el piano. Pero yo, terco y enamorado de la orquesta, no transigí y Ballestro me tomó como su alumno y pronto como su mejor "sparring". Tipo violento e intolerante solía jalarme ferozmente la oreja cada vez que cometía un error. Un día, harto de sus abusos, mi 1/4 de violín terminó a parar en la cabeza de Ballestro con todo y pipa, y para asegurarme de la contundencia de mi contra-ataque volví a golpearlo con mi arco. Como era previsible abandoné a Ballestro, las clases y el violín.

En casa desde un año atrás contabamos con un espléndido piano alemán. Un Bluhtner hecho en Leipzig. Mi padre lo compró para mi hermana Maritza. Ella, indecisa, estudió y dejó el piano, estudió y dejó el ballet, estudió y dejó la pintura, y estudió y dejó cuanto quiso estudiar y dejar. Aún vive entre Lima, Boston y Madrid, todavía indecisa pero querida. A mi me fascinaba el piano. Me acercaba a él casi sin pensarlo. Inventaba melodias. Mi padre, que fue tenor profesional y pianista aficionado, me enseñó a tocar una vieja melodía rusa. “Ojos Negros” se llamaba, y yo la interpretaba al piano a mis 4 años mientras Ballestro me jalaba ferozmente la oreja.

Ahora que escribo un concierto para violín y orquesta viene a mi memoria todos estos recuerdos de mi niñez. Insólito verme hoy como compositor escribiendo una línea melódica para violín, sin la pipa de Ballestro. Pero el aroma de su fumar impregnado de vainilla todavía produce en mi reminiscencias encontradas, de una niñez brevemente ensombrecida por un maestro severo, pero enormemente gratificada por el descubrimiento sublime de la pasión y el arte de la Música.

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Cuatro niños sentados en una sala. Sus pies no llegan a tocar el suelo. Mis primos Gustavo y Mario, mi hermano y yo estamos en casa. Mi madre en la cocina y mi padre trabajando. Nosotros, sin llegar al suelo, escuchamos sentados sobre un enorme sofá verde el Concierto Número 2 para piano y Orquesta de Sergei Rachmaninoff interpretado por Arthur Rubinstein. Era un album de cuatro discos que además contenía el Concierto para Piano y Orqueta Número 1 de Peter Tchaikovsky y el Opus 16 de Edward Grieg. Mi padre me lo obsequió en mi cumpleaños. “Tres Conciertos Románticos” era el título del album de RCA Víctor que llenó mi verano y reafirmó mi amor por la Música. Mi hermano también recibió un obsequio valioso. En abril de ese mismo año, en el día de su cumpleaños, mi padre le obsequió los Conciertos 1 y 2 de Paganini para Violín y Orquesta, especialmente bello el primero que transita siempre mi memoria de comienzo a fin.

Un día estábamos sentados en el mismo sofá mis primos y yo cuando mi tío Héctor Villanueva llegó con un nuevo disco de 33 revoluciones. La carátula tenía la foto de enormes rascacielos iluminando la noche. Tenía yo 7, tal vez 8 años cuando escuché por primera vez la sorprendente música de George Gershwin. Era “Rhapsody in Blue”, pletórica de acordes disonantes, de ritmos increibles y de jazz. Me preguntaba cómo era posible crear esta música, cuál era su relación con la música romántica de Rachmaninoff, Grieg y Tchaikovsky, por qué no encajaba con ese patrón, con Chopin interpretado por George Bolet en otro disco de RCA que también me regaló papá, con las Sinfonías de Beethoven de Herbert von Karajan que reverente extraía de los cajones de mi padre para escucharlo en su vieja radiola Emerson, con el Quinteto “La Trucha” de Schubert que descansaba cuando podía en el mismo cajón al que también acudía mi hermano Pedro. ¿Qué era todo esto tan sublime que cautivaba mi corazón, mi alma y mi niñez? Era un torbellino infinito de sonoridades. Era la infancia en la Música.

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Sótico Zapata tocaba guitarra y cantaba tangos. También valses criollos, pero eran los tangos lo que le fascinaba. Vivía a la espalda de mi casa y allá me escapa yo para conversar con Sótico y escuchar su guitarra “argentina”. Tendría él unos cincuenta años o más. Cuidaba de una anciana, la señora Corina, que solía dar clases de canto y piano. Fue en aquella casa que conocí el tango o “la tristeza que se baila”. Todavía en los sesentas la mala reputación del tango arrabalero perseguía a sus cultores. El origen del tango proviene del lupanar. Y para una familia cristianamente dominical, como la mía, el tango podía ser abordado por los adultos, jamás por los niños. Sobre todo por sus letras, corrientes y tránsidas, de un “hombre abandonado” por una “ruín mujer”. Por ello Borges se quejaba del tango cantado y lamentero al que anatemizó sin ambages, llegando al extremo de aborrecer a Gardel.

En esos días aprendí hermosos tangos. “Uno”, “Mano a mano”, “Nostalagias”, “Guitarra Criolla”, “Sus ojos se cerraron”. “Cuesta Abajo”, “Volver” y otros tangos pasaron a ser parte de mi infancia. La televisión también colaboró con películas como “El día que me quieras”, con Carlitos Gardel cantando la canción del mismo nombre a una mujer enamorada.. Parece mentira que aquella música pudiera encandilar el alma de un niño. Después vinieron los discos de Gardel, de Hugo del Carril y otros cantantes eternos. En el mismo cajón de mi padre recogía siempre un disco fascinante que llevaba un título señero: “La Cumparsita: Catorce veces Inmortal”, o la reproducción de esa monumental obra del tango argentino por catorce distintas orquestas de renombre. Y después en el Conservatorio de Lima llegó para quedarse en mis corazón el tango instrumental y diferente de Astor Piazzolla: “Adios Nonino”, “Bailongo”, ‘Milonga para Tres”, música genial que hoy también acompañan mis pasos por las calles de Boston.

Por ello, no se si lamentablemente, y lo digo con toda honestidad, me siento más cerca del tango argentino que del vals peruano. Me conmueve más escuchar el tango (“Volver” me afecta mucho), cuya sonoridad asocio con el recuerdo querido de mis padres, con su juventud, con su sana muchachada y también, por supuesto, con ese gran cultor de “la tristeza que se baila”, el guitarrista y cantante de mi infancia, don Sótico Zapata.

¿Por qué el tercer lugar?
La visión de país de los líderes del Apra


A estas alturas de la campaña electoral no debería extrañar a mis compañeros el liderazgo en los sondeos de opinión de Lourdes Flores Nano, candidata presidencial de la derecha más rancia del país y de la plutocracia más incapaz, vergonzante y escandalosa de toda la región.

Porque si la profunda introspección, la autocrítica y la responsabilidad política fuera un sano hábito en los principales líderes del Apra, otro sería el escenario político nacional y continental, con un pujante y lozano Partido Aprista, renovado en hombres y en ideas, reconciliado con su pueblo y liderando largamente la campaña electoral, a 46 días de los comicios presidenciales. Pero como la introspección, la autocrítica y la responsabilidad política no tienen residencia ni remotamente en Alfonso Ugarte, el pueblo ha resentido esa ausencia en sus líderes de ayer y ha volcado su frustración hacia las filas de la candidata de Unidad Nacional, hasta el momento primera en las encuestas.

De otra forma no se explica cómo un pueblo como el Perú, cuyo stock de pobreza alcanzaría ya la terrible cifra de 54%, con la mitad de estos seres humanos sumergidos en la pobreza extrema y con 20% de su población viviendo literalmente en la indigencia (con 70 centavos de dolar al día), puede llegar al contrasentido de apoyar mayoriamente (pero no abrumadoramente) a una candidata cuya única propuesta es aplicar las misma política económica que ha enviado a los peruanos al sótano de las estadísticas mundiales.

La explicación de esta situación aberrante no descansa, pues, en las “virtudes” (¿cuál?) de la candidata de la derecha; tampoco en la acalorada emergencia de Ollanta Humala, o en el dislate colectivo de la ciudadanía. Descansa en la dirigencia del Apra, que no ha cambiado de figuras y que carece de rumbo en un escenario político nacional e internacional cada vez más complejo para su liderazgo, pasadista, arcaico y ladino.

Por esa razón, que tiene mucho que ver, primero, con la imagen y la credibilidad de los líderes del Apra, seriamente afectadas, y segundo, con la cuestionable calidad de sus iniciativas, es que las propuestas electorales del partido son facilmente percibidas por el pueblo como astutas iniciativas cuyo único objetivo es ganar una lid electoral que le permita a sus líderes continuar usufructuando la parte del poder político que administran en su propio y particular beneficio. Esa es la mejor explicación.

Y es que iniciativas como menos sueldos para los congresistas, ministros y presidentes regionales, más inspectores de trabajo, menos procuradores o una defensoría para la juventud, no terminarán con la pobreza de los peruanos ni enrumbarán al Perú por la senda del desarrollo sostenido. Ningún país del Asia (llámese China, India o Corea del Sur) o de Europa (como las economías emergentes de Irlanda o Portugal) cruzó el umbral del desarrollo con tamañas recetas.

Y sin embargo hace dos semanas García y Jorge del Castillo nuevamente han insistido en este tipo de propuestas, divorciadas y totalmente aisladas de un programa que, previamente, debió definir la línea política del partido y, de otro lado, de un plan estratégico de desarrollo nacional que contemple las reformas estructurales de carácter institucional y económicas que allanen el camino hacia el desarrollo.

Esta vez, con oportunismo condenable, García y del Castillo, conocedores del drama que vive la juventud estudiosa del país, sin las perspectiva de un empleo seguro y sin esperanzas de perfeccionamiento técnico, le han ofrecido a nuestros jóvenes universitarios puestos de trabajo en el aparato burocrático del estado. Mientras otros países del mundo, concientes de la necesidad de perfeccionar a sus mejores profesionales y hacerlos más competitivos en el mercado internacional y bisagras para la transferencia de tecnologías en sus propios países, han implementado ayudas o programas que están permitiendo que una parte de sus miles de jóvenes que estudian en el extranjero acudan y se eduquen en las universidades más prestigiosas de los Estados Unidos.

En esa línea, los países asiáticos tienen acreditados más de 350, 000 estudiantes en las mejores universidades norteamericanas, mientras el Perú, fundado en esfuerzos personales y el sacrificio de su propia gente, a duras penas acredita 3, 600 estudiantes en los Estados Unidos contra 13,000 de México y 7, 300 de Brasil, según cifras del Instituto de Educación Internacional (ver The Open Doors Report, The International Institute of Education, IIE)

En un país como el Perú cuyas universidades no figuran entre las mejores universidades del mundo (ver el ranking de las 100 o las 500 mejores universidades del planeta de la revista “Times” y de la Universidad de Shangai, respectivamente), que invierte menos que un tercio que Chile en investigación y que destina un magro presupuesto a la educación, las posibilidades de producir una enterada y tecnificada élite política y empresarial que pueda ser internacionalmente competitiva, innovadora y contribuya a reducir la pobreza del país, se reduce actualmente a los esfuerzos personales de una puñado de peruanos que se aventuran a estudiar en el extranjero sin ningún apoyo del estado o de la empresa privada y que muchas veces terminan seducidos por los atractivos beneficios que ofrecen los mercados internacionales de trabajo.

El problema de los estudiantes peruanos es un problema cuya solución va más allá de la desarticulada propuesta electoral de puestos de trabajo en la burocracia estatal. Es un problema que concierne y debe estar ligado a una estrategia de desarrollo nacional definida, que identifique primero los sectores de la producción efectivamente competitivos, sus recursos humanos disponibles y diseñe un programa de tecnificación y especialización nacional o extranjera de la mano de obra aplicada a los proyectos de desarrollo contemplados en ese plan.

Una primera etapa de esa estrategia de uso intensivo de mano de obra especializada podría, además, contemplar la recuperación de los casi 1,400 doctorados peruanos que se encuentran actualmente en el extranjero, con programas de entrenamiento impartidos por estos profesionales o programas de cooperación destinados a transferir los conocimientos tecnológicos asimilados con la experiencia extranjera. El estado, el sector privado y las universidades del país deberían ser comprometidos en ese esfuerzo nacional, que podrá hacerse realidad únicamente con un liderazgo político renovado, responsable y comprometido no con las elecciones de abril y la suerte de la clase política nacional o la biografía personal de un candidato presidencial o de un congresista, sino con el futuro de la nación y sus aspiraciones legítimas a vivir sin pobreza.

Lo cierto es que mientras otros países estan utilizando la educación para salir de la postración y ser cada vez más competitivos, García y del Castillo quieren utilizar la desocupación de los estudiantes del Perú y su nula posibilidad de tecnificarse en el extranjero para ganar las elecciones de abril.

Ese es el tamaño de las propuestas de los líderes del Apra, esa es su “visión de país. Que no nos sorprenda entonces el tercer lugar en las encuestas de opinión pública.

Boston, 21 de febrero del 2006

marcoludmila@msn.com