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Wednesday, March 01, 2006

¿Por qué el tercer lugar?
La visión de país de los líderes del Apra


A estas alturas de la campaña electoral no debería extrañar a mis compañeros el liderazgo en los sondeos de opinión de Lourdes Flores Nano, candidata presidencial de la derecha más rancia del país y de la plutocracia más incapaz, vergonzante y escandalosa de toda la región.

Porque si la profunda introspección, la autocrítica y la responsabilidad política fuera un sano hábito en los principales líderes del Apra, otro sería el escenario político nacional y continental, con un pujante y lozano Partido Aprista, renovado en hombres y en ideas, reconciliado con su pueblo y liderando largamente la campaña electoral, a 46 días de los comicios presidenciales. Pero como la introspección, la autocrítica y la responsabilidad política no tienen residencia ni remotamente en Alfonso Ugarte, el pueblo ha resentido esa ausencia en sus líderes de ayer y ha volcado su frustración hacia las filas de la candidata de Unidad Nacional, hasta el momento primera en las encuestas.

De otra forma no se explica cómo un pueblo como el Perú, cuyo stock de pobreza alcanzaría ya la terrible cifra de 54%, con la mitad de estos seres humanos sumergidos en la pobreza extrema y con 20% de su población viviendo literalmente en la indigencia (con 70 centavos de dolar al día), puede llegar al contrasentido de apoyar mayoriamente (pero no abrumadoramente) a una candidata cuya única propuesta es aplicar las misma política económica que ha enviado a los peruanos al sótano de las estadísticas mundiales.

La explicación de esta situación aberrante no descansa, pues, en las “virtudes” (¿cuál?) de la candidata de la derecha; tampoco en la acalorada emergencia de Ollanta Humala, o en el dislate colectivo de la ciudadanía. Descansa en la dirigencia del Apra, que no ha cambiado de figuras y que carece de rumbo en un escenario político nacional e internacional cada vez más complejo para su liderazgo, pasadista, arcaico y ladino.

Por esa razón, que tiene mucho que ver, primero, con la imagen y la credibilidad de los líderes del Apra, seriamente afectadas, y segundo, con la cuestionable calidad de sus iniciativas, es que las propuestas electorales del partido son facilmente percibidas por el pueblo como astutas iniciativas cuyo único objetivo es ganar una lid electoral que le permita a sus líderes continuar usufructuando la parte del poder político que administran en su propio y particular beneficio. Esa es la mejor explicación.

Y es que iniciativas como menos sueldos para los congresistas, ministros y presidentes regionales, más inspectores de trabajo, menos procuradores o una defensoría para la juventud, no terminarán con la pobreza de los peruanos ni enrumbarán al Perú por la senda del desarrollo sostenido. Ningún país del Asia (llámese China, India o Corea del Sur) o de Europa (como las economías emergentes de Irlanda o Portugal) cruzó el umbral del desarrollo con tamañas recetas.

Y sin embargo hace dos semanas García y Jorge del Castillo nuevamente han insistido en este tipo de propuestas, divorciadas y totalmente aisladas de un programa que, previamente, debió definir la línea política del partido y, de otro lado, de un plan estratégico de desarrollo nacional que contemple las reformas estructurales de carácter institucional y económicas que allanen el camino hacia el desarrollo.

Esta vez, con oportunismo condenable, García y del Castillo, conocedores del drama que vive la juventud estudiosa del país, sin las perspectiva de un empleo seguro y sin esperanzas de perfeccionamiento técnico, le han ofrecido a nuestros jóvenes universitarios puestos de trabajo en el aparato burocrático del estado. Mientras otros países del mundo, concientes de la necesidad de perfeccionar a sus mejores profesionales y hacerlos más competitivos en el mercado internacional y bisagras para la transferencia de tecnologías en sus propios países, han implementado ayudas o programas que están permitiendo que una parte de sus miles de jóvenes que estudian en el extranjero acudan y se eduquen en las universidades más prestigiosas de los Estados Unidos.

En esa línea, los países asiáticos tienen acreditados más de 350, 000 estudiantes en las mejores universidades norteamericanas, mientras el Perú, fundado en esfuerzos personales y el sacrificio de su propia gente, a duras penas acredita 3, 600 estudiantes en los Estados Unidos contra 13,000 de México y 7, 300 de Brasil, según cifras del Instituto de Educación Internacional (ver The Open Doors Report, The International Institute of Education, IIE)

En un país como el Perú cuyas universidades no figuran entre las mejores universidades del mundo (ver el ranking de las 100 o las 500 mejores universidades del planeta de la revista “Times” y de la Universidad de Shangai, respectivamente), que invierte menos que un tercio que Chile en investigación y que destina un magro presupuesto a la educación, las posibilidades de producir una enterada y tecnificada élite política y empresarial que pueda ser internacionalmente competitiva, innovadora y contribuya a reducir la pobreza del país, se reduce actualmente a los esfuerzos personales de una puñado de peruanos que se aventuran a estudiar en el extranjero sin ningún apoyo del estado o de la empresa privada y que muchas veces terminan seducidos por los atractivos beneficios que ofrecen los mercados internacionales de trabajo.

El problema de los estudiantes peruanos es un problema cuya solución va más allá de la desarticulada propuesta electoral de puestos de trabajo en la burocracia estatal. Es un problema que concierne y debe estar ligado a una estrategia de desarrollo nacional definida, que identifique primero los sectores de la producción efectivamente competitivos, sus recursos humanos disponibles y diseñe un programa de tecnificación y especialización nacional o extranjera de la mano de obra aplicada a los proyectos de desarrollo contemplados en ese plan.

Una primera etapa de esa estrategia de uso intensivo de mano de obra especializada podría, además, contemplar la recuperación de los casi 1,400 doctorados peruanos que se encuentran actualmente en el extranjero, con programas de entrenamiento impartidos por estos profesionales o programas de cooperación destinados a transferir los conocimientos tecnológicos asimilados con la experiencia extranjera. El estado, el sector privado y las universidades del país deberían ser comprometidos en ese esfuerzo nacional, que podrá hacerse realidad únicamente con un liderazgo político renovado, responsable y comprometido no con las elecciones de abril y la suerte de la clase política nacional o la biografía personal de un candidato presidencial o de un congresista, sino con el futuro de la nación y sus aspiraciones legítimas a vivir sin pobreza.

Lo cierto es que mientras otros países estan utilizando la educación para salir de la postración y ser cada vez más competitivos, García y del Castillo quieren utilizar la desocupación de los estudiantes del Perú y su nula posibilidad de tecnificarse en el extranjero para ganar las elecciones de abril.

Ese es el tamaño de las propuestas de los líderes del Apra, esa es su “visión de país. Que no nos sorprenda entonces el tercer lugar en las encuestas de opinión pública.

Boston, 21 de febrero del 2006

marcoludmila@msn.com