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Friday, March 31, 2006

El Apra de hoy y el Aprismo
que necesitaremos mañana


Con las cifras reveladas la noche de ayer por la firma APOYO, a escasos quince días de los comicios, el futuro de Alan García, como candidato, y la dirigencia del partido, como responsable de la campaña electoral, se torna definitivamente oscuro.

La reiteración de un tercer puesto en las preferencias presidenciales a pocos días de la votación, cuando las encuestadoras sinceran sus cifras para defender prestigios, es la constante que se afirma. Ello debería ser para cualquier candidato y su plana mayor un insoslayable referente de la realidad. No ocurre eso con García y sus dirigentes, quienes tercamente confunden el panorama electoral del 2001 con el actual que tiene nombre propio, Ollanta Humala, y el mundo pequeño y privilegiado que los rodea con el nuevo contexto rebosado del Perú de hoy

Porque si a comienzos de la semana que pasó, durante una exitosa conferencia de prensa García finalmente parecía entender esa realidad que explotaba en su cara y en la cara de las autoridades del partido, es decir un evidente desborde popular en favor de trasnformaciones sustanciales en la estructura política del país, ni bien terminó de conversar con los periodistas García puso nuevamente pie firme en la campaña únicamente para repetir el mismo guión de inocuas reformas políticas que no funcionaron antes, porque lo llevaron al tercer lugar en las encuestas, y que no funcionarán hoy ni mañana, porque como antes y después lo estancan a la cola de los tres principales candidatos.

García hizo lo que temíamos: Se colgó desesperadamente de la propuesta republicana de más democracia falaz aliada a la oligarquía arrinconada por el probable triunfo de Humala y se olvidó, otra vez, de las raíces transformadoras del Aprismo histórico que siempre buscó, con Haya en vida, una nueva institucionalidad política comprometida con las grandes mayorías nacionales.

Y en todas las ciudades y pueblos del Perú se presentó García prometiendo la rebaja de sueldos para la clase política, pero no su completa renovación y la sustitución del sistema político que le da vida, la alimenta y la beneficia inmoralmente a los ojos de una ciudadanía hepática a la que se insiste tercamente en subestimar en sus fobias y en su hartazgo por la clase dirigente del país.

Y así, en todas esas presentaciones quiso García condenar a la clase política con una escopeta de dos cañones, y ahora también de perdigones, cuando él mismo y sobre todo su dirigencia nacional lamentablemente representan, para la mayoría del Perú, el activo y pasivo de una élite capitalina y regional que no quiso comprender, que no quiso entender que la renovación política era vital para el triunfo electoral del Partido del Pueblo.

Por eso, y no por otras razones, Ollanta Humala esta primero en las encuestas ¿Acaso es difícil entender esto que es tan objetivo? Para la clase política sí, le es muy difícil asimilar todo esto por razones muy personales: Por su intolerancia, por su mezquindad, por su abominable deseo de poder aunque este poder organizado ya resulta totalmente anacrónico, hediendo, irrespirable e insostenible. Y por esas “virtudes” personales de la vieja clase política del país que se aferra a sus privilegios, es que hemos llegado a esta situación extrema en la que el pueblo del Perú está prefiriendo jalar la llave del inodoro, aunque en el camino pierda sus derechos civiles y políticos.

Por ello, y ya mirando hacia el futuro posible que se nos acerca de manera “silenciosa”, con el mismo “silencio” con el que se acercaban las fuerzas chilenas a Lima durante la Guerra del Pacífico, mientras la plutocracia limeña, símil de la clase política del Perú de hoy, bailaba despreocupada en sus salones, se hace necesario preparar las bases de un cambio histórico en el viejo partido de Haya de la Torre, para que recobre la credibilidad que necesitará en la nueva etapa histórica, tumultuosa y beligerante, que se abrirá para el país si éste 9 de abril se confirma en las ánfóras lo que todos parecemos atisbar, menos la élite política del país.

Porque será ése un tiempo de pasiones, de grandes confusiones, de gran inestabilidad política que requerirá de la fuerza moral e irreprochable de nuevas voces sin pasado al interior del partido, para que tengan la autoridad moral de liderar al país hacia un centro progresista aliado con las grandes mayorías nacionales, dispuesta a transformar profundamente la institucionalidad política del país y llevar a cabo con responsabilidad las reformas económicas estructurales que requiere el Perú para superar la pobreza sin abdicar de su libertad.

Boston, 27 de marzo del 2006

marcoludmila@msn.com