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Wednesday, January 04, 2006


El “cambiazo” de Alan García y Jorge del Castillo:
Un plan de seis meses para no cambiar nada

por Marco Antonio Flores Villanueva,
Desde Boston, USA

Hace unas semanas el “candidato natural” del Aprismo dijo que en seis meses cambiaría el Perú. Tal declaración de suficiencia y ciencia ficción produjo, lógicamente, una interrogante que partió, en este orden, de la tumba santa donde yace la luz en la heroica Trujillo, de los desconcertados compañeros que forman el equipo de plan de gobierno, de economistas, de políticos de otros partidos y de los diferentes medios del país. Esa interrogante se contenía en una sencilla y angustiosa pregunta ¿Cómo?

El dia lunes 2 de los corrientes Jorge del Castillo, gemelo ideológico de García, se presentó en “Ampliación de Noticias” de RPP y en cinco minutos nos “sacó” a todos de la duda respecto a cómo García haría esa maravilla de cambiar el Perú en seis meses si, como todos tenemos entendido, menos García, por supuesto, Harry Houdini, el más famoso mago de todos los tiempos, no ha sido reclutado por Jorge del Castillo en esa hipérbole denominada Frente Social.

Así, muy suelto de huesos del Castillo dijo, entre otras surrealistas afirmaciones, que éste no es un tópico para planes de gobierno, porque, según él, “ningún peruano los entiende” (y todavía tiene la frescura de criticar a Ollanta HumalA, sin plan de gobierno conocido). Y acto seguido nos habló de un “plan de emergencia de seis meses” destinado a “transformar el Perú”. ¿Cómo? La pregunta surgía otra vez. Todos esperábamos una explicación inteligente y precisa de los instrumentos en política económica que lograrían la maravilla de transformar el país en solamente seis meses, es decir en un tiempo récord sin parangón en la historia de la humanidad.

“Los planes de gobierno –dijo del Castillo- son muy etéreos, el pueblo quiere escuchar medidas concretas”. Y acto seguido disparó su bateria de “medidas concretísimas” (¡eso le gusta a la gente!) para transformar el Perú en seis meses: “Más inspectores de trabajo, más policias, menos sueldos para ministros, menos sueldos para los congresistas, menos prefecturas, todos a Essalud, más crédito aquí, más crédito por allá, etc.” Es decir, más o menos nada porque en los seis primeros meses ningún cambio estructural sería iniciado en el país bajo el gobierno del compañero-presidente, ni en la organización del poder político, ni en el campo económico.

Mientras en otras latitudes del globo otras naciones maduraron políticamente y tomaron conciencia de la necesidad de enfrentar la pobreza y el subdesarrollo con planes de largo aliento y medidas estructurales que apuntaron a un modelo económico de desarrollo sostenido, los líderes del Aprismo Light, ahorcados por las encuestas, la improvisación, y su evidente falta de imaginación, recurren a propuestas efectistas que más se parecen a la aplicación del alcohol para intentar “curar” la septicemia.

Hace unos meses atrás Jeffrey Sachs nos ha recordado en su interesante libro “The End of Poverty”, editado por The Penguin Press, la importancia del desarrollo sostenido. En 1820, dice Sachs, todas las regiones del planeta eran pobres. Desde aquel año hasta 1998 el producto nacional bruto per capita de los Estados Unidos creció a un porcentaje anual aproximado de 1.7 % mientras el crecimiento de Africa por el mismo período fue de 0.7 % por año Nótese que la diferencia entre ambos porcentajes no parece mucha, pero en un período largo los resultados son dramáticos.y están a la vista de todos. Hoy día los Estados Unidos es la economía más rica del planeta, sin haber crecido 8% anualmente como sí lo hace China con grandes problemas de desigualdad, mientras Africa es un continente sin futuro y condenado a la pobreza. “La llave fue consistencia –dice Sachs- el hecho que los Estados Unidos mantuvo el mismo crecimiento por casi doscientos años”

En otras palabras, la llave para cambiar el país no son seis meses de imposible superdesarrollo sin precedentes en el mundo, ni “cambiazos” como los que propone García y del Castillo con la aplicación de medidas electoreras inocuas que quieren sustituir y reemplazar serios planes de gobierno y reformas estructurales que resuelvan definitivamente los graves problemas del Perú.

Y es que una vez más, como en 1985, estamos frente a un candidato presidencial, el candidato natural de cualquier Aprismo, que no ha cambiado, que sigue siendo el mismo que fue analizado certeramente por John Crabtree en su obra “Peru under García: An opportunity lost” (hoy reditado en español con el título “Alan García en el Poder”), es decir el Alan García que piensa y cree que él lo puede todo y a su particular y regalado modo y que la realidad puede ser recreada nuevamente con el poder fantástico de su verbo y con la “ayuda” simplona, claro está, de Jorge del Castillo.

Por ello me temo mucho que estamos frente a la reiteración infame de la improvisación que traería no solamente más desorden y más caos en el país, como sucedió en 1988, sino también el peligro inminente de la desaparición de un partido político que estaba destinado no a llevar a García al poder, no a controlar a la clase política del país para que sobreviva a su manifiesta incapacidad culpable, no a castigar a la burocracia estatal matándola un poquito más cada día con su asistencia forzada a Essalud, sino a transformar al Perú desde lo más profundo de su estructura política, social y económica, en forma planificada y sostenida, como lo quiso Haya de la Torre, para garantizar la continuidad de un cambio real y definitivo para todos los peruanos empezando por los más pobres.

Boston, 4 de enero del 2006